Llegados al ecuador del mundial de ajedrez, el resultado final parece decidido. Magnus Carlsen se ha apuntado con negras su segunda victoria consecutiva, fiel a su estilo: cuando la posición parecía más tablífera que nunca, aprovechó la necesidad de su rival y empezó a apretar poco a poco, hasta que a Anand le saltaron los engranajes en la sexta hora de juego. El noruego de 22 años no hace nada excepcional: «se limita» a hacer las mejores jugadas y a no conformarse nunca con el empate. El resto lo hace la fatiga de los materiales, que en el caso de los humanos siempre acaba por llegar.
Magnus Carlsen es un atleta que no necesita lanzar casi nunca el ataque definitivo, va incrementando su velocidad de crucero hasta que nadie es capaz de seguirlo. Es como una mezcla evolucionada entre Rafa Nadal y David Ferrer. Inasequible al cansancio, virtuoso de la defensa, le basta subir las revoluciones de forma paulatina para triturar a sus enemigos. Apenas necesita golpes ganadores, es también como un púgil rocoso que presiona constantemente contra las cuerdas y castiga golpe a golpe, rara vez en la cabeza. Es raro que en su camino se tope con un árbol tan robusto que no acabe por caer. Magnus Carlsen es una mezcla de todo eso y mucho más, un deportista excepcional, un genio llamado a llevar este juego milenario a un escalón superior, como si la especie humana, justo cuando ha sido derrotada, no quisiera perder para siempre la estela de las máquinas.
Ya es difícil que Vishy Anand tenga una mala respuesta en una rueda de prensa. En su propia casa ha perdido los nervios ante las preguntas de los periodistas, que sólo querían comprender. Después de sufrir el acoso de Carlsen durante seis horas, saltó ante un reportero noruego que lo estaba apretando un poco y dijo algo así: «Hacerlo lo mejor que puedas es significa hacerlo lo mejor que puedas. No entiendo por qué no entiendes inglés». La cara de su mujer, Aruna, era un poema, como relataba David Llada en Twitter.
En definitiva, ha sido una jornada negra para el deporte indio. A la retirada de Sachin Tendulkar, el mejor jugador de críquet de la historia, se une el cambio de ciclo en el tablero del ajedrez mundial. Solo un milagro, sumado a la tenacidad que ha mostrado siempre Anand, es capaz de aplazar un poco el desenlace.
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