¿Un Califato terrorista en el Sahel?

El Sahel ocupa, al sur del desierto del Sahara, 3 millones de kilómetros cuadrados, entre el Océano Atlántico y el Mar Rojo, en los que habitan 35 millones de personas.

Durante los últimos meses, se ha producido un deterioro alarmante de la situación en esa región

La violencia indiscriminada de origen yihadista se ha incrementado de forma dramática y, con ella, la inseguridad a la que también contribuyen las organizaciones vinculadas a la criminalidad organizada multinacional.

La presencia en África de las dos organizaciones terroristas islámicas más grandes del mundo, Al-Qaeda y el Estado Islámico (EI), está creciendo.

En la actualidad, el EI, que surgió en Iraq, en 1999, y, posteriormente, se extendió por Siria, está presente y activo en más de veinte países africanos.

África podría ser el territorio en el que, en un futuro próximo, el EI resucitara el Califato que existió durante un tiempo en el Levante, entre Iraq y Siria.

De hecho, Burkina Faso, Mali y Níger se han convertido en el centro de la actividad yihadista en esa zona, desde la que el terrorismo islámico se está extendiendo a toda la región.

El incremento de las cifras de los fallecimientos por culpa de las actividades yihadistas de Al-Qaeda y el EI así lo evidencian:

• En Mali, país en el que el EI está presente desde 2012, han sido asesinadas 3.000 personas durante el primer semestre de 2022, es decir, un incremento de un 40% sobre el mismo periodo del año anterior.
• En Níger, en 2022, han sido asesinadas por los yihadistas más de 1.000 personas, que hayan podido ser contabilizadas.
• En Burkina Faso, en la primera mitad de 2022, murieron 2.100 personas, país en el que se han extendido los asesinatos masivos por parte de “la gente escondida en los matorrales”, como los locales llaman a los terroristas del EI.

La gobernanza débil que se da en muchos países del Sahel no ayuda a controlar la expansión de los terroristas islámicos.

Burkina Faso, por ejemplo, vivió, en el último trimestre de 2022, el séptimo golpe de Estado de los últimos 30 meses.

Por citar otro caso, en Mali se produjo un golpe de Estado, en agosto de 2020, desde dentro y después del golpe de Estado anterior.

La estrategia que la Unión Europea (UE) puso en marcha en 2015 ha fallado.

El llamado Plan de Acción para el Sahel, con el pretendido liderazgo de Francia, al ser ésta ex potencia colonizadora en la zona, para controlar la amenaza de la extensión del yihadismo y del tráfico de armas, de drogas y de seres humanos desde el Sahel hacia Europa no ha funcionado.

La debacle de la UE ha sido, sobre todo, el fracaso francés, ya que las tropas de Francia están siendo expulsadas por los gobiernos y por las poblaciones de sus antiguas colonias en esa parte de África.

Los soldados franceses están siendo sustituidos, en muchos de estos países, por la compañía militar privada rusa Grupo Wagner para realizar esa tarea de entrenamiento de sus Fuerzas Armadas respectivas en la lucha contra el terrorismo islámico.

Los retos de la contención y de la posterior derrota del yihadismo en el Sahel son cada vez más difíciles de hacer frente.

Por una parte, Al-Qaeda y el EI están echando raíces en los territorios en los que intervienen y la violencia que allí tiene lugar es, cada vez más, tanto internacional como de origen local.

Asimismo, el espacio de intervención del yihadismo en África se está ampliando desde zonas donde ya está bien establecido, como el Lago Chad, hacia otras de conquista nueva, como el área de la triple frontera entre Benín, Níger y Burkina Faso, dónde el EI es hoy muy activo.

Por último, el yihadismo del Sahel, tanto el de matriz Al-Qaeda como el vinculado al EI, está intentando conectar con el Talibán, instalado en el gobierno de Afganistán, para identificar posibilidades de colaboración futuras.

El mundo espera impaciente a que, próximamente, Barack Obama, premio Nobel de la Paz y ex presidente de Estados Unidos (EE. UU.), y Hillary Clinton, secretaria de Estado del anterior, escriban las actualizaciones de sus memorias políticas respectivas.

Ambas, con toda seguridad, dedicarán capítulos extensos para identificar qué gobierno de qué país creó, financió, armó y entrenó al EI.