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Estados Unidos y Cuba

Estados Unidos y Cuba
Jorge Cachinero el

Por razones de la cercanía geográfica entre Estados Unidos (EE. UU.) y Cuba y por la posición estratégica en la que está ubicada esta isla en el Caribe, en particular, y en relación con el resto de América Latina, en general, existen asuntos bien sensibles que deberían ser de interés común para ambas naciones.

Ese sería el caso, por ejemplo, de la lucha global contra el terrorismo o contra el tráfico de armas y de drogas, asuntos que deberían forzar, dada su importancia, a que los dos países mantuvieran vías de comunicación leales y constructivas.

Sin embargo, el padrinazgo que la dictadura comunista cubana ejerce actualmente sobre el gobierno de Venezuela, por citar un caso, sobre las guerrillas colombianas, por citar otro, o sobre los movimientos políticos de signo izquierdista, comunista y populista en todo el continente latinoamericano e, incluso, en Europa, por mencionar un tercero, no ayuda a generar confianza en EE. UU. hacia Cuba.

El narcotráfico dentro de América Latina, y entre ésta y EE. UU. o Europa, el tráfico de armas o el apoyo a movimientos políticos violentos o subversivos en todo el continente americano y en Europa crean un clima enrarecido y bien alejado del que, idealmente, debiera existir entre EE. UU. y Cuba, si esta última hubiera hecho suya la ambición de alcanzar y de proteger la estabilidad institucional y democrática en la región del Caribe y en todo el hemisferio occidental como principio rector de su política exterior.

En un momento incierto y crítico de vacío de poder en la formulación de la política exterior de los EE. UU., como es el actual, está por ver cómo cristalizarán las posiciones y los consensos -bien dentro del gobierno de EE. UU., bien dentro de determinados, poderosos e influyentes, sectores económicos de EE. UU. o bien dentro de la comunidad de seguridad y de estrategia nacional de EE. UU.- acerca de la política exterior de EE. UU. hacia Cuba en el futuro más inmediato.

Desde el punto de vista de Cuba, por otra parte, las prioridades de su política exterior hacia los EE. UU. permanecen inalterables.

En primer lugar, se encuentra la demanda del levantamiento de las sanciones económicas estadounidenses -que, en el lenguaje del gobierno cubano, se califican, falsamente, como de embargo o de bloqueo económicos globales de la isla- y a las que el gobierno cubano atribuye la principal razón del retraso en el desarrollo económico del país.

En segundo lugar, figura la reclamación cubana de la entrega por parte de EE. UU. de la base naval de Guantánamo -construida en el sudeste de la isla por los EE. UU., en 1898, después de hacerse con el control de la isla, tras vencer en la guerra hispano-estadounidense de aquel año- en orden a recuperar la soberanía territorial completa de Cuba.

Cuba sufre, en la actualidad, del fracaso de un proceso de transformación -que no, de transición, como le gusta recordar al gobierno cubano- económica, que el gobierno quiere mantener en equilibrio con la deseada continuidad política bajo la dictadura del Partido Comunista de Cuba.

Para ello, el gobierno cubano se había fijado en la experiencia de otros países comunistas -China o, aún más apropiadamente para Cuba, por su tamaño, Vietnam- y, en ambos casos, sus gobiernos respectivos le habían recomendado al de Cuba que desarrollara su proceso de transformación con calma y que evitara la precipitación.

De manera lamentable, especialmente, para el pueblo cubano, los frutos de dicha supuesta transformación económica no se han materializado, mientras que el férreo control político del país por parte del Partido Comunista de Cuba y de la casta de dirigentes herederos de la de los hermanos Castro se perpetúa en el poder.

Al final, es el humor lo único que les queda a los cubanos en la isla -como ha sido y sigue siendo el caso en tantos regímenes dictatoriales, y, muy destacadamente, en los de carácter comunista- para definir el estado de esta relación entre EE. UU. y Cuba, como en otros asuntos que atañen a su supervivencia material y física y a su vida cotidiana.

Así, los cubanos suelen decir que Dios puso a EE. UU. tan cerca de Cuba por algo bueno.

Todavía, hoy, siguen esperando, pacientemente, mientras resisten, a descubrir el qué.

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