“Reputación y generación de valor en el siglo XXI” (LIBRO) por Jorge Cachinero en libros.com
Desde la disolución de su institución militar, la seguridad de Costa Rica siempre ha estado vertebrada más en torno a una estrategia preventiva que, a políticas represivas.
La policía del país cuenta, en la actualidad, con un número de efectivos de entre 3,000 y 4,000, que son -así lo reconocen las propias autoridades de Costa Rica- manifiestamente insuficientes: Costa Rica no parece capaz de defender sus propias fronteras.
El origen de todos los problemas de seguridad que sufre Costa Rica radica, fundamentalmente, en que el “sicariato” del narco colombiano tiene una fuerte presencia y una fuerte penetración en toda Centroamérica.
Además, al carecer de fuerzas armadas, Costa Rica tiene problemas añadidos de carácter operativo ya que las inversiones que realiza en material de uso y de carácter policial les generan retos de incompatibilidad entre éste y el que utilizan aquellos países, como es el caso de Colombia, en los que sus instituciones militares han sido activadas en la lucha contra la criminalidad, en general, y en la lucha contra las redes del narcotráfico, en particular.
Dos son las sustancias ilegales que circulan masivamente a través de Costa Rica en dirección a otros mercados más rentables. Por un lado, la cocaína de origen colombiano; y, por otro lado, la marihuana de origen jamaicano.
En el caso de la cocaína procedente de Colombia, su tráfico se ha acrecentado en los últimos tres años desde que el gobierno del presidente Santos decidió dejar de fumigar las plantaciones colombianas de coca durante el proceso de negociación con la guerrilla, que culminó con la firma del llamado Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera.
Las rutas del tránsito de la cocaína desde Centroamérica toman, habitualmente, o bien la ruta terrestre, a través de Guatemala y de México, hacia los Estados Unidos (EE.UU.) o bien la ruta marítima, desde el Pacífico hacia los EE.UU.
Los volúmenes de cocaína que discurren a través de Costa Rica superan las 2,000Tm anuales, de las cuales el gobierno de Costa Rica sólo captura entre 20Tm o 30Tm.
Aun así, a pesar del bajo porcentaje de aprehensiones, las incautaciones de coca en Costa Rica y en Panamá, de forma agregada, en 2016, fueron superiores a todas las que se produjeron en el resto de Centroamérica, México incluido.
La realidad es que Costa Rica, al encontrarse aguas arriba en la cadena de suministro del comercio ilegal de la cocaína en América, realiza incautaciones muy voluminosas, en torno a 1Tm cada una, porque la logística y la distribución es todavía de carácter mayorista en esa zona de Centroamérica. Sólo cuando la mercancía llega a México es cuando se produce la atomización de los cargamentos, bien para la distribución minorista dentro del mercado doméstico mexicano o bien, sobre todo, para el tránsito a través de la frontera septentrional hacia el mercado de los EE.UU.
La importancia de la primera de las dos rutas, es decir, la terrestre hacia el norte del continente, se pone en valor cuando se tiene en consideración que los beneficios anuales del negocio del narco en México ascienden a unos USD $8,000 millones netos anuales y que estos volúmenes de negocio ilícito han penetrado y han corrompido bastante las instituciones mexicanas, incluyendo la justicia.
Además, el gobierno de México puso hace años a la institución militar al frente del combate contra la amenaza del narcotráfico en el país -para consumo local o en tránsito hacia el vecino del norte- y los 3,000 kilómetros de frontera entre los EE.UU. y México han cobrado una importancia estratégica para los primeros después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en suelo estadounidense.
Desde hace años, Costa Rica, por su parte, trata de convencer a los EE.UU. para que utilice el “embudo” de su frontera meridional y lo convierta en un “hard stop” porque el gobierno de Costa Rica está persuadido de que todo el tráfico de coca que cruza la frontera norte de su país acaba por entrar en los EE.UU., dada la permeabilidad de la frontera mexicano-estadounidense debido a esos casi 3,000km de extensión.
Para el control del tráfico a través de la segunda ruta, es decir, la marítima hacia los EE.UU., Costa Rica mantiene en vigor acuerdos bilaterales con los estadounidenses para las operaciones de control del tránsito a través del océano Pacífico.
Por supuesto, como ocurre en otras geografías, a este problema del tráfico de sustancias ilícitas, en los últimos años, Costa Rica está sufriendo, en muchos casos, por asociación a éste, de la lacra de la migración indocumentada, sea voluntaria o sea controlada por el propio crimen organizado.
Por último, Costa Rica no ve con buenos ojos la presencia de Rusia en Nicaragua. El suministro de aviones de combate MiG29 rusos a las fuerzas armadas de su vecino septentrional, la colaboración de Rusia en el entrenamiento y en la formación que se realizan en la Academia de Policía nicaragüense o las visitas a Managua, en 2015, del presidente Vladimir Putin, de su ministro de asuntos exteriores, Sergei Lavrov, o la larga visita del ministro de defensa, Serguei Shoigu, acrecientan esa inquietud.
Las autoridades de Costa Rica no podrán dejar de hacer frente a estos riesgos en la etapa surgida tras la conclusión de las elecciones presidenciales el pasado 1 de abril.
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