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El consenso imperioso

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Nos ha tocado vivir con los discursos de Rajoy. No es Kennedy, pero es que no nos merecemos más.

El de hoy ha tenido algunos rasgos que (cortito y al pie) me han llamado la atención (aunque no “poderosamente”).

Rajoy se abre al diálogo. Se despereza, extiende los brazos. Asume la retórica del “Tiempo Nuevo”. Ofrece una disponibilidad, una predisposición. No programa, sino objetivos, items, casi casi abstracciones.

Europa aparece como instancia urgente. Europa y la política fiscal como madrastra exigente. Es curioso que el “Más Europa” se traduzca en entidad apremiante. En Supermontora. Europa, ¡Mater Montora!

Después, el empleo como razón de ser, como unidad filosófica que justifica la omnipresencia orgánica del Estado.

A Rajoy le piden guiños (¡guiños!) y Rajoy se abre a una “gobernabilidad dialogada”, abierta, dinámica y lo hace con el argumento común, y socializante del Estado de Bienestar.

España es Europa, empleo, y Estado de Bienestar.

Después, la unidad de España. “Me incumbe y me importa” Cataluña. Incumbir es un buen verbo, de eso va la soberanía en juego. “Nos incumbe Cataluña”.

Rajoy insistió en no dar por perdido el año en funciones. Lo llamó “páramo infecundo” (la broma inevitable; al revés, personaje de novela: Infecundo Páramo), pero destacó que España sostuvo el ritmo de las gráficas y rastreó la arqueología y antecedentes del Gran Pacto, que Iglesias llama Triple Alianza, lenguaje de IGM. Ese Gran Pacto es consenso, “consenso imperioso”, pues ese fue el adjetivo.

Ya lo saben los del PSOE: el mandato imperativo al servicio del consenso imperioso.

 

Rajoy pide gobierno, pero no cualquier gobierno. Aquí fue muy Rajoy: “Un gobierno que pueda gobernar”.

Pide confianza para obtener confianza, para que España la transmita. Y se nos apareció la política como un sistema de circulación de cantidades, de flujos de confianza: la de los partidos para el gobierno, la del gobierno a Europa, y luego a los mercados”.

Rajoy dijo que el PP no era fin, sino instrumento, subvirtiendo la realidad del Estado de Partidos, y desfloró su consenso: “Ofrezco un gobierno abierto al diálogo” para acuerdo y lo que surja, como un soltero en una página de contactos.

Eso sí, con la corrupción no fue tan generoso: “Hemos hecho mucho, y vamos a hacer más”. Contra ella, por supuesto.

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