Gema Lendoiro el 28 feb, 2014 Cuando me quedé embarazada de doña Tecla (hace ya cuatro años) recibà muchos y variados consejos y hubo uno que me dijo una persona, madre, que traigo ahora a colación: -En cuanto puedas le pides a la enfermera que se lleve al bebé al nido. Tú descansa que luego es muy duro cuando llegas a casa. Si no tienes ni idea de lo que significa tener un bebé (tuyo) en brazos nada más nacer, el consejo hasta te puede parecer lógico. Entra, a priori, dentro de la misma teorÃa de, por ejemplo: Aprovecha el embarazo para descansar porque luego ya no podrás hacerlo cuando quieras. Pero en el embarazo no hay bebé fuera. En el útero está estupendamente bien atendido. Por lo tanto, aunque parezca lo mismo, no lo es. Es más, es radicalmente diferente. No pude ni atender ni desantender ese consejo puesto que mi primera hija se fue directa a la UCI tras una cesárea muy necesaria y de máxima urgencia. Las personas que me leen desde que comencé a escribir este blog lo saben perfectamente pero para las que no, lo resumo. Doña Tecla aspiró meconio y estuvo muy malita las primeras 72 horas. Nació un domingo y hasta el jueves no la pude coger en brazos por primera vez por lo tanto, ese vÃnculo de piel con piel no fue posible cuando ella nació lo que añadió más sufrimiento al que ya habÃa por la angustia de no saber si saldrÃa viva de aquello. Cuando ya por fin la pude coger en brazos y darle el pecho en la UCI las piezas volvieron a colocarse en sus sitio y gracias a las enfermeras que hacÃan la vista gorda me pasaba prácticamente todo el dÃa allà metida. Nunca podré agradecerles lo suficiente que me lo permitieran. Aquellos momentos en que las dos estábamos solas, con el único y odioso ruido de los pitidos de las máquinas de la UCI, fueron los mayores momentos de conexión que jamás he experimentado con ningún ser humano. Era como si estuviera todavÃa dentro de mà sólo que podÃa tocarla. Esta es una de las fotos de aquellos dÃas, las dos en la UCI haciendo el piel con piel cuando ya apenas tenÃa aparatitos. Es la primera vez que publico una foto de aquellos dÃas que guardo celosamente pero creo que es importante mostrarla porque una imagen a veces vale más que mil palabras. Los otros bebés tenÃan unas cardiopatÃas muy severas además de ser muchos muy prematuros lo que dificultaba mucho que sus madres les dieran el pecho. Pero yo tenÃa una hermosa niña de 3 kilos que querÃa mamar, que querÃa a su madre. Recuerdo aquellos dÃas con una mezcla de esperanza, tristeza y alegrÃa. Y de estar perdida. Lo que sà tuve claro es que en cuanto saliera del hospital me iba a dedicar en cuerpo y alma a ella. Y asà fue. Creo que la primera vez que me separé de ella varias horas (un viaje de ida y vuelta a Barcelona en el dÃa) ella tenÃa diez meses. Dormimos juntas hasta que ella tuvo 17 meses y aún ahora se me cuela muchas veces (algo que me encanta a pesar de las patadas que me da y la cantidad de veces que se despierta) Creo que aquellos dÃas que no pude estar con ella en brazos siguen muy grabados en mi subconsciente. Tanto es asà que todavÃa siento un respingo cuando me separo de ella. Es algo irracional que en la mayorÃa de las veces no cuento porque sé que no me van a entender. También es cierto que conforme ha ido creciendo la separación es cada vez menos dolorosa. Mofletes Prietos tuvo la suerte de nacer con una madre que ya sabÃa del tema. Además nació sin complicaciones en una cesárea programada profundamente humana. SÃ, sÃ, hay cesáreas humanas. Con una matrona que me daba besos en la mejilla, con un anestesista que me apretaba la mano porque estaba muerta de miedo y le decÃa que no me soltara y con una dulce ginecóloga, Mónica Novelle (ex compañera mÃa del cole) que me iba narrando todo lo que me iba haciendo. Mofletes nació rosa, llorando de hambre (¡cómo no) y con esa cara de salud que siempre le ha acompañado. Me la pusieron un minirato en el pecho,  me la comà a besos y le dije: -Vete con papá que ahora voy yo Y llegué a la media hora a la habitación y ahà estaba ella, haciendo piel con piel con su padre y reptando en busca de una teta…con leche. Fue un flechazo. Enseguida se enganchó. Recuerdo la preguntita de marras de la enfermera: -¿Tu niña va a dormir en el nido? -No, la niña duerme conmigo -Vale, tú misma, pero piensa bien lo que haces porque luego no puedes cambiar de idea Idiota, pensé. Es que no cambiarÃa de opinión por nada del mundo. Mofletes Prietos pasó su primera noche conmigo y en la cama. Las camas de los hospitales, además, tienen unos brazos en los laterales. Entre un almohadón colocado para que no se pudiera escurrir y mi cuerpo se pasó las escasas 40 horas que permanecimos hospitalizadas. Yo apenas me podÃa mover en la cama porque me dolÃa la cicatriz cosa fina, asà que me pasaba la noche en duerme vela y feliz porque esa vez mi hija no estaba en la UCI. Placer, conexión, amor, todas esas cosas y más es lo que consigues cuando no te separas de tu bebé. Si vas a tener un hijo próximamente, hazme caso, por favor, no dejes que se lo lleven al nido. Las primeras horas son únicas e irrepetibles, nunca vuelven. Y se quedan grabadas dentro de vuestras almas, vuestros corazones para siempre. Puedes seguirme en facebook y en twitter Sin categorÃa Tags nidos hospitalespiel con piel Comentarios Gema Lendoiro el 28 feb, 2014