Gema Lendoiro el 27 mar, 2013 ¡Qué duro tiene que ser dejar el centro de atención de alguien que sà es el centro de tu atención! Básicamente este es el resumen, asÃ, sin paños calientes, de lo que se debe de sentir cuando eres niño y llega un hermano a casa. Igual con el tercer, el cuarto o quinto hermano el golpe se va suavizando. Los niños, como todos los seres humanos, terminan acostumbrándose a todo y, por supervivencia, viendo lo positivo de las nuevas situaciones. Durante el embarazo de la segunda le hablamos muchas veces a doña Tecla de que dentro de la tripa estaba RocÃo. Nombre que, por supuesto, ella tradujo a su lenguaje y convirtió en un tronchante: Sososo. AsÃ, clarito y sin ninguna pretensión. Cuando llegó el dÃa del nacimiento acababa de cumplir 2 años y esa edad está en el lÃmite de no saber si nos está entendiendo o no del todo. Claro que tiene guasa que pretendamos que entiendan que dentro de la barriga hay un niño y que luego sale. El tema es espinoso, no me digan que no. Cuando llegó a la habitación del hospital se quedó entre perpleja y confundida. Se agarraba a la pierna de la abuela paterna (con la que se estaba quedando en casa) y no se soltaba. QuerÃa ver y tocar pero se sentÃa aturdida y confundida. Sensación de curiosidad pero al mismo tiempo de desamparo, de qué va a pasar ahora aquÃ. Desde el minuto uno, por sugerencia del padre, le hablamos de “tu hermanita” porque, dice el marido, que eso genera mucho vÃnculo de familia. Cuando llegamos a casa los primeros dÃas fueron de cine. La pequeña tomaba bien el pecho, la mayor no se celaba (aparentemente) y todos éramos felices, sólo nos faltaban primorosos manteles blancos y leche de soja para parecerlo. Pero la vida no es tan sencilla, no señor. Los celos estaban ahÃ, latentes y siguen estando. ¿Cómo los manifiesta? como todos los niños. Nosotros, entre otras cosas, tenemos hijas muy normales, nada extraordinarias y Doña Tecla, si puede, le casca a su hermana. AsÃ, sin anestesia. Eso sÃ, luego viene y se chiva de sà misma. Esta mañana, sin ir más lejos, me ha soltado: ” Mamá, yo sÃ, OsÃo (ha dejado de ser Sososo para ser OsÃo) a cabesa” que, traducido al román paladino significa: me acuso de haberle dado a RocÃo en la cabeza. Que bien sabe ella que a los bebés no se les toca la cabecita. Eso sÃ, mi pequeña y encantadora señorita tiene también la parte buena, la de maternal y no es extraño pillarla agachada frente a su hermana diciéndole: “Hooooooola, hooooooooola, ¿qué te pasa me niña?(el me es literal, no me he equivocado) y a continuación culmina con un: ¡qué monada!. Y si puede, y cree que no la ven, acompaña el qué monada con un pellizco en el moflete (que los tiene gordos y prietos) con el consiguiente llanto, primero de la pequeña y a continuación de doña Tecla que se mete el dedo Ãndice en la boca, hace pucheros y pone cara de no haber roto un plato para evitar la bronca que le caerá a continuación por hacerle eso a su hermana. Entonces me pongo en modo ohhmmm (o lo intento) y dialogo (o lo intento) con ella y le digo: “A RocÃo no se le pega que es un bebé, y además es tu hermana y la tienes que querer y cuidar y bla, bla bla….”y a veces, con suspiros, asiente y otras, la mayorÃa, se cabrea y la señala y gritando dice: eeeee malo. O que es fea, según le dé que ella es muy suya. Pues claro, lógico y normal. Veremos a ver cómo vamos evolucionando con esto de los celos Puedes seguirme en twitter o facebook Sin categorÃa Tags blog madreceloscrianzahermanos Comentarios Gema Lendoiro el 27 mar, 2013