La aldea tiene un nombre bonito: San Feliz. A un paso de Pola de Lena, tan sólo cuenta con 18 habitantes. Allí, en lo que era el chigre local, se ha instalado Xune Andrade, un cocinero con largo recorrido al que conocí cuando trabajaba con los Morán en Casa Gerardo. Luego, entre otras cosas, un intento fallido de restaurante propio en Gijón y una última etapa en Madrid en diversos proyectos. Ahora Xune vuelve a su tierra (él es de Pola de Lena) con este MONTE SAN FELIZ, un proyecto muy personal. Y muy interesante. Una buena noticia para la cocina asturiana, que tras unos años frenéticos ofrece escasas novedades de interés (alguna hay) en los últimos tiempos.
Abierto hace apenas un mes, aunque está en una aldea el acceso es fácil. Apenas a un minuto de la autovía que lleva a Oviedo, nada más bajar el Huerna. Xune se ha instalado en un antiguo chigre, junto a unos apartamentos de turismo rural, y lo ha montado con gusto, con la cocina abierta y una agradable terraza para estos días de verano en la que además organiza los fines de semana una sesión vermut con música en directo. Si el tiempo acompaña se puede comer en la terraza, aunque no se reservan las mesas. Pese a que acaba de abrir, el cocinero está cargado de proyectos. Reformar el comedor de la primera planta (que tiene unas estupendas vistas) instalando una cocina y una parrilla. O hacerse con una finca próxima para tener allí sus vacas, gallinas y un huerto.
De momento, lo que he encontrado es una carta breve, ceñida a la temporada y al producto asturiano, aunque sin cerrarse a lo de fuera. Platos en los que aparecen técnicas y elaboraciones que son fruto de los años de experiencia de Xune tanto dentro como fuera de Asturias. Y he encontrado un servicio de sala muy amable y eficaz, algo en lo que la hostelería asturiana está empezando a fallar. Hay, eso sí, algunas pequeñas irregularidades que no empañan la buena impresión con la que salí tras la comida. Falta revisar una carta de vinos demasiado limitada, aunque es cierto que con precios muy asequibles. Lo está haciendo bien. Por eso, con poco más de un mes abierto, ya llena el comedor a diario (menos martes y miércoles, que cierra).
Nada mas llegar, para reposar el viaje desde Madrid, una cerveza en la terraza aprovechando el buen día, acompañada de un aperitivo de chorizo de cabrito. Luego, en el pequeño comedor (apenas seis mesas), empezamos con un buen tomate de la huerta del padre de Xune, seguido de unos boquerones marinados con gel de pera, calabacín y aceite de albahaca. Ricos. Un muy buen plato es el carpaccio de vaca con yema de corral y queso Vidiago. Lástima que quede algo deslucido por la temperatura, demasiado fría, de la carne.
Un exceso de vinagre desluce una ostra en escabeche. Pero a partir de ahí todo resulta muy notable. Las croquetas de picadillo, en la mejor tradición de la escuela asturiana. Una vieira secada al sol con holandesa ahumada que la acompaña bien. Estupendas albóndigas de vaca lechera con un puré de manzana emulsionado con aceite de avellana. Sabrosa lasaña de pitu de caleya, recubierta de distintas semillas. Y el remate de los callos de bacalao guisados como si fueran de vacuno, al estilo asturiano, con sus preceptivas patatinas. De los postres me gustó poco el cremoso de chocolate, algo pesado. Mejor la tarta de varios quesos asturianos.
Pinta bien este Monte San Feliz que aporta aire fresco a la cocina asturiana, algo adormecida (digo algo, ojo) en los últimos tiempos. No me resisto a hacer un fácil juego de palabras para decir que a Xune se le ve feliz. Pero es cierto. Si quieren comprobarlo, y comer bien, acérquense a esta aldea que no es la aldea perdida de Palacio Valdés porque esta está bien a mano.
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