Finisterre, Fisterra en gallego, en la antigüedad el fin de las tierras conocidas, es una zona preciosa de visitar. Pero es también un buen sitio para disfrutar de la mejor cocina del Atlántico. Por eso nos hemos dado una vuelta por allí, una breve escapada con agradables sorpresas gastronómicas y una importante decepción. Aquí se lo cuento.
A MARINA. Camariñas es un municipio vecino de Finisterre, en plena Costa de la Muerte. Allí, frente al mar, está este restaurante que es el más interesante de la zona. Una carta absolutamente tradicional, centrada en los pescados y mariscos de la ría que lleva el nombre de la localidad.
Empezamos con unas croquetas de centolla, mucho sabor pero un rebozado algo basto y varias de ellas algo quemadas por fuera. A partir de ahí unas excelentes navajas de la ría. Servidas en una generosa ración (18 piezas) a un precio imbatible (14). Esta es una zona de buenas navajas y desde luego estas respondieron de largo a lo que podíamos esperar.
Estupendas también las almejas a la sartén. Piezas de calidad. Y a la altura un lenguado de la ría con patatas al vapor. No muy grande pero con carne tersa y sabrosa. Fuera de carta, palometa roja, un buen trozo, con el pescado perfecto de punto. También acompañado de unas patatas al vapor para comer y comer. No todo son pescados. El entrecot de ternera gallega estaba francamente bueno. Y en el punto (muy poco hecho) que habíamos pedido.
TIRA DO CORDEL. Durante muchos años referencia gastronómica de Finisterre, de toda la Costa da Morte y de la provincia de Coruña, ha sido la decepción de este viaje. Parece en horas bajas esta casa. Me temo que la inesperada muerte hace unos meses de Pepe Castiñeira, alma de su cocina, ha pasado factura, una pena. Tampoco ayudó mucho el servicio de sala, con detalles impropios de un sitio que pretende ser de categoría (y donde se pagan más de 60 euros por persona) como no cambiar los cubiertos y dejar los tenedores sucios y aceitosos sobre el mantel.
Salvo su célebre lubina a la brasa, que sigue siendo santo y seña de esta casa, el resto de la cena no estuvo a la altura. Para empezar, sorpresa con la escasísima oferta de marisco. Pese a figurar en la carta, no había camarón, ni centollas, ni nécoras… Al final, unos percebes de mínimo tamaño y regular calidad (facturados a 90 euros el kilo). Unas navajas con buen sabor pero chiclosas (muy inferiores a las que habíamos comido a mediodía en Camariñas, y más caras). Unas correctas volandeiras (que no zamburiñas), y unos berberechos al vapor que, junto a la lubina, fueron lo mejor de la cena.
La lubina, una pieza de más de dos kilos que nos presentaron antes de pasarla por las brasas, sí mereció la pena. Presentada abierta y troceada, cabeza incluida, en su punto y muy jugosa, estaba al nivel que cabe esperar de este restaurante situado en la playa Langosteira.
O FRAGÓN. Cuando pregunté a varios amigos gallegos por un sitio donde comer en Finisterre, ninguno lo dudó: O Fragón. Y la verdad es que acertaron de pleno. Ha sido la sorpresa más agradable de esta escapada. Fran Insúa ha montado un restaurante moderno, con excelentes vistas y donde, lo más importante, se come francamente bien. Platos con máximo protagonismo del producto, actuales y muy equilibrados. Y una bodega de vinos gallegos muy importante.
Comedor minimalista con capacidad para no más de 36 comensales y el atractivo de esas vistas a través de sus enormes ventanales (foto que encabeza el post). Eso sí, las mesas sin mantel. Qué plaga. Completo menú degustación a gran precio, 35 euros, más 20 si se quiere con vinos. En nuestro caso preferimos ponernos en manos de Fran ara que nos hiciera un menú a la medida a partir de la carta. platos más.
Para empezar un queso cremoso de Chantada (gran trabajo el de la quesería Airas Moniz), seguido de una agradable berenjena al horno con queso azul gallego y miel de Pindo. Muy bien la xarda (caballa) a la brasa con un jugo de sus cabezas con tomate y aceite ahumado. Y estupendas unas almejas XL en una lograda salsa marinera de cava.
Me gustó la versión de la raya a la gallega, con todos los ingredientes hechos al vapor, perfecto el pescado. Lo mismo que el sargo asado, con un aliño suave y patatas al vapor. Todo en la carta son pescados o mariscos salvo una croca de ternera gallega que también probamos. Muy poco hecha, jugosa y con sabor. Buen remate antes de un cuidado plato de quesos gallegos artesanales y de un postre ligero de manzana asada con mousse de avellana.
Para beber, ese excelente tinto de mencía y sousón que elabora Raúl Pérez en Ribeira Sacra: El Prohibido 2017 de Finca Millara. Y otro Ribeira Sacra, Guímaro Finca Meixeman, con estupenda relación calidad-precio. Contribuyeron a la magnífica impresión general de este O Fragón que les recomiendo vivamente.
DON PERCEBE (Rúa Alcalde Fernández, 8. 981 74 05 12). Un bar-restaurante modesto en el centro de Finisterre donde nunca falta buen marisco y buen pescado de la zona. En nuestro caso fuimos expresamente a comer una centollas que había encargado un amigo que vive allí. Dos piezas espectaculares, bichos prehistóricos, que pesaron 3,600 y 3,400 kilos respectivamente. Bien llenas de carne y con mucho sabor. Los carros, como piscinas. Un verdadero lujo.
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