Bajo el lema “Soy de la generación Igualdad: por los derechos de las mujeres” se celebra hoy el Día Internacional de la Mujer. Aunque hay cambios positivos que celebrar, los datos de desigualdad de oportunidades entre hombres y mujeres siguen siendo demoledores, sobre todo en países empobrecidos donde la brecha es aún mayor. Las mujeres trabajan más, ganan menos y tienen menos opciones, sufren múltiples formas de violencia en el hogar y los espacios públicos. Tres millones de niñas son víctimas de la ablación cada año. Y 15 millones son obligadas a casarse cada año contra su voluntad.
Hoy ponemos el foco en las mujeres refugiadas. Son millones, sin nombre, sin rostro. Pero cada una de ellas tiene una historia diferente que contar. Su vida, su huida, y la etapa de reconstrucción. Lina es mujer, es esposa, es madre y es refugiada. Hace ya nueve años que comenzó la guerra en Siria. En estos largos y trágicos años gran parte del país ha sido devastado, medio millón de personas han perdido la vida y 5,6 millones de sirios se han convertido en refugiados. A estas cifras hay que añadir más de seis millones de desplazados internamente, de los cuales el 80 por ciento viven en situación de pobreza y más de 13 millones necesitan ayuda humanitaria para reconstruir sus vidas. Estos datos son escalofriantes, y sin embargo la respuesta europea a este drama humanitario está siendo la indiferencia y la omisión del deber de socorro.
Lina se resistía a dejar su país. “Mi vida en Siria era tranquila y más fácil que aquí. Teníamos a la familia y amigos cerca. Teníamos de todo, no teníamos que pedir nada. La decisión de huir no fue fácil. Cuando se intensificaron los bombardeos, y empezaron a caer cerca de casa y del colegio, me preocupó enormemente la seguridad de mis hijos. Comprendí que debíamos dejarlo todo y salir sin más”. Tenían familiares en España por lo que consiguieron los visados, evitando cruzar el mar, como tienen que hacer la mayoría. Lina es consciente de la enorme suerte que tuvieron.
“Ingresamos en un centro de acogida del CEAR. Los primeros días fueron muy difíciles, no conocíamos el idioma ni las costumbres de España”. Los nueve meses iniciales fueron de aprendizaje intensivo para prepararles para la vida laboral. “Gracias a esta formación intensiva puede comenzar a trabajar. He seguido formándome y así he podido rehacer mi vida”. Trabaja en un centro de CEAR. “Me gusta poderle dar apoyo a otras personas refugiadas porque he pasado por lo mismo y entiendo el proceso que están viviendo”. Y les da un consejo: “Que no vivan anclados en el pasado, sino que miren hacia el futuro y pongan toda su energía ahí”.
Lina y su familia están contentos aquí, han hecho un gran esfuerzo de adaptación. Pero siempre está la añoranza por su tierra y sus seres queridos. A la nostalgia hay que añadirle la preocupación por su seguridad también. “Claro que me gustaría volver a mi país, pero no hasta que haya paz y la situación cambie”. En los últimos meses los ataques se han intensificado. Y cerca de un millón de personas han huido de Siria, en su mayoría mujeres y niños, y miles se encuentran atrapados en la frontera griega.
Lina confiesa que es más difícil ser mujer y madre durante el proceso de refugio. “Como madre tienes que atender muchos frentes a la vez. Tienes que buscarte la vida, no ya para ti misma, sino para ellos que dependen de ti. Las mujeres tenemos que tener mucha fortaleza y visión de futuro”.
Rocío Gayarre
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