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Blogs framework por Ignacio Gil y Rocio Gayarre

No soy un héroe, pero las dificultades me han hecho fuerte y sabio

Yiboula Emmanuel Bazie (Burkina Faso)

Ignacio Gilel

Quintana Redonda, un pequeño pueblo soriano de apenas 500 habitantes, vivió una enorme conmoción hace unos meses. Uno de sus vecinos, nacido hace 41 años en Burkina Faso, Yiboula Emmanuel Bazie, había recibido una distinción: la ONU le había nombrado Embajador por la Paz.

Es bombero forestal. “No soy una persona extraordinaria. He conocido gente muy poderosa que me ha propuesto otros proyectos, pero sé que dejaría de ser yo mismo y no estoy dispuesto a renunciar a mi esencia: ser humilde y dedicarme totalmente a ayudar a los demás”. Poco o nada más se necesita para el merecer el premio.

Con 5 años su abuelo, rey de los gouroussi, le cogió en su regazo, le miró fijamente a los ojos y le contó un sueño recurrente: “vas capitaneando un barco y al final hay un gran ejército alrededor de ti. Vas a ser líder, incluso de una gran nación”. Esas palabras se le quedaron grabadas. Sonríe con un punto de ingenuidad teñida de confianza. “Mi abuelo era un rey sabio”. Su padre pudo ir a estudiar a Europa y se occidentalizó. No quiso casarse con varias mujeres, como era habitual en su tribu y renunció a ser rey para ser pastor evangélico. En ese contexto de valores religiosos se crió Yiboula.

Los gouroussi se caracterizan por ser muy honestos. “No somos sumisos, no es eso, sino que no nos dejamos corromper y tenemos un alto sentido del deber”. De hecho, Burkina Faso significa “país de los hombres íntegros”.

De pequeño quería ser orador, predicar y enseñar a los demás.  Canalizó esa vocación estudiando Filología Francoafricana – domina seis lenguas africanas e inglés, francés y español – pero se vio obligado a dejar la universidad en 1999 cuando estalló la guerra en el vecino Costa de Marfil. Fue un tiempo convulso y confuso. Su padre le prohibió implicarse, “pero a los estudiantes nos obligaron a participar en la rebelión. No entendíamos realmente la razón de ser del conflicto, pero fuimos pensando en conquistar la paz”. Aún era menor de edad. “No estuve mucho tiempo, esa suerte tuve. Nunca he matado, pero desde entonces llevo grabados en la retina los horrores de la guerra”.

Entró en la organización REMAR, dedicada fundamentalmente a la rehabilitación y reinserción de personas marginales, donde estuvo años, siempre al servicio de los más desfavorecidos. Ahí fue testigo de enorme sufrimiento y comprendió lo difícil que es sanar las heridas internas que dejan la injusticia y la falta de oportunidades.

Fue desde cocinero a capataz de un centro de rehabilitación en Níger. Aceptó las misiones que le encomendaban sin ofrecer oposición. Sabía que solo había un camino: el de darlo todo siempre. Recuerda, de su etapa al frente de un centro de exguerrilleros y expresidiarios, “tipos duros, curtidos, con fama de despiadados”, que le sorprendió descubrir que le escuchaban. “Mi liderazgo se basa en que, ante situaciones de peligro, de amenaza o difíciles de abordar, utilizo la estrategia”.

Fue consciente que no tenía fuerza para enfrentarse por las malas. “Pero tenía que mostrarles mi autoridad, hacerme con ellos”. El primer día se metió en la cocina y les anunció: “cocinaré para vosotros”. Como había poca comida, les implicó en la búsqueda de alimento cada mañana. “Nació un espíritu de comunidad y de colaboración. El embalse estaba lleno de cocodrilos y yo sabía cazarlos. Son animales peligrosos, pero ¡de carne sabrosa y tierna!”.

“La gente confía en mí y aunque seguro que a veces he fallado, los que me conocen saben que no admito la injusticia ni el uso de la violencia contra los más débiles. Ahora veo que las cosas malas que me han pasado en realidad me han obligado a sacar lo mejor de mí mismo. Para ser líder hay que aceptar el sufrimiento con humildad y resiliencia”.

Uno de los médicos con los que colaboró allá le ofreció la oportunidad de venir a España hace años. “Se que hago falta allí, así que me sigo dedicando a ellos, solo que desde aquí. Hay que tender puentes”. Para ello ha fundado dos organizaciones de apoyo a África. Ha tenido la habilidad de saltar por encima de los obstáculos de puntillas, sin perder nunca el rumbo, lo cual le ha valido tan noble y merecida distinción humanitaria.

Rocío Gayarre

 

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