El respeto debe ser uno de los ejes principales de cualquier relación de pareja. A uno le gusta esto, al otro aquello. Si hay entendimiento hasta pueden enriquecerse mutuamente, pero incluso en las parejas más unidas siempre hay rincones con espinas. Si una de las partes está entregada en cuerpo y alma al ejercicio físico y presta especial atención a su salud sin que del otro lado exista la misma preocupación, pueden saltar muchas cosas por los aires. Contando con que ese respeto del que hablamos existe ¿Cómo es posible que esto ocurra? Quien no puede prescindir del ejercicio lo entiende como una actividad fundamental para proteger su salud, así que ver a la persona que más quiere descuidando este área enciende todas sus alarmas y autojustifica ‘apretar’ insistiendo más de lo normal porque ‘es por su bien’. En la mayoría de los casos esto supondrá un rifirrafe como otro cualquiera, pero hay otros en los que se puede abrir una brecha de difícil solución. El punto de partida es entender a ambas partes.
Entendiendo al ‘bando sedentario’
Una persona que no hace ejercicio no está buscando fastidiar a nadie, no es una actitud de protesta ni un ‘aquí estoy yo’. En general alguien es sedentario porque su experiencia con el ejercicio ha sido mala o porque no es capaz de adivinar los beneficios reales de la actividad física. Igual sus recuerdos relativos al deporte se remontan a tiempos del colegio, en los que aquel odioso profesor de educación física le hacía repetir una y otra vez una prueba en concreto que odiaba, o no se le daba bien, acompañada de una frase motivadora del tipo ‘pero mira que eres torpe’. También existe la posibilidad de que el día que decidió dar el paso y ponerse a hacer ejercicio, topara con un mal profesional o el típico ‘amigo enterao’ que le dio tal paliza el primer día que pasó dos semanas con unas agujetas terroríficas. Estos factores pueden llevar a cualquiera a tener una actitud negativa hacia el ejercicio y es normal. Hay que tener siempre muy presente que las sensaciones cuando entrenas y estás fuera de forma son, simplemente, horribles. No es agradable. Para esa persona no hay subidón de energía, ni liberación de estrés, lo normal es que su cabeza no pare de repetir ‘pero quién te manda a ti hacer esto’.
Entendiendo al ‘bando activo’
Volvernos adictos al ejercicio es algo que ocurre en poco tiempo teniendo un mínimo de constancia. Escuchar hablar a una persona que está enganchada a la actividad física puede resultar agotador, no es nada raro que parezca que su vida gira en torno a sus entrenamientos cuando en realidad solo ocupan una hora de su día. No es egocentrismo, han saboreado los frutos de cuidarse y su sensación de bienestar es tal que no pueden entender que existan personas que no quieran disfrutar de lo mismo, menos aún si es su pareja. Igual que el sedentario no busca hacer daño con su falta de actividad, el deportista no intenta molestar insistiendo en que hagas ejercicio, en cierta medida lo que ocurre es que está sufriendo al entender que descuidas tu salud y que tu falta de ejercicio te va a pasar factura.
Busca un territorio intermedio
El lío gordo llega cuando quien no quiere hacer ejercicio lo hace por su pareja pero a regañadientes. Ha cedido y así lo entiende, pero lo que se observa desde el otro lado es una actitud de desgana que de nada vale. En ambos casos hay un descontento evidente y lo que pensaban que iba a ser un avance, agrava el problema. Dejar todo en manos de una sesión de entrenamiento está condenado al fracaso, debe haber mucha empatía, más de parte de quien hace ejercicio regularmente, que no debe olvidar lo que sentía cuando empezó y poner siempre en perspectiva los niveles de esfuerzo de una persona novata. Eso del diálogo suena a tópico manoseado, en gran parte gracias a nuestros políticos, pero es necesario pactar unos mínimos y máximos. Empezar a hacer ejercicio no debe ser probar un día, ver que no te gusta y abandonar, hay que darle un tiempo y saber que sí, que cuesta. Tampoco significa que haya que entrenar una hora cinco días a la semana sin excusas, hay unas adaptaciones que tardan en ocurrir, hay que ser pacientes. Es bueno acordar un volumen de actividad semanal que no sea excesivamente ambicioso y que ambas partes se den al menos un mes para evaluar sensaciones, sin imposiciones que supongan un punto de fricción. Creo firmemente que el 99% de las personas que no hacen ejercicio, si empezaran con un plan adecuado y dándose a si mismas un poco de tiempo, decidirían dar un cambio radical en su vida y no volver a abandonar la actividad física. Compensa siempre. Anímate si eres el o la que empieza y si eres quien tira del otro, hazlo sin pasarte de entusiasmo. Que la fuerza os acompañe.
Entrenamiento Alfonso M. Arceel