Después de dos días intentando descargar la actualización de Windows 10, por fin se encuentra instalado en el Microsoft Surface Pro 3 que uso normalmente. Aunque es mucho presuponer, al ser el ordenador de Microsoft, Windows 10 debería de tener la mejor adaptación posible a nivel de ajustes de hardware/software, al fin y al cabo, es la misma empresa la que fabrica ambos productos.
Pero precisamente en eso se queda, en un presupuesto. Sin ir más lejos, el configurador de Cortana, el asistente que Microsoft ha anunciado a bombo y platillo, integrado en Windows 10, no reconoce corréctamente el micrófono del Surface (aunque luego termina funcionando). De momento, en 24 horas con Windows 10, he tenido que reiniciar el ordenador en cuatro ocasiones. La primera vez porque no me reconocía el cover con teclado original de Microsoft, otras dos porque no me reconocía los auriculares y no se escuchaba ningún sonido a través de ellos, y la cuarta por un texto que se ha quedado fijo en la esquina izquierda superior de la pantalla.
Está claro, que no se trata precisamente de una versión muy estable.
Por otro lado, Windows 10 aporta muchas novedades sobre su predecesor, un mejor diseño mucho más intuitivo, Cortana, Microsoft Edge y sobretodo la tienda de aplicaciones, la misma para todos los dispositivos con Windows 10. También se han eliminado muchos controles duplicados, y se ha recuperado el menú de aplicaciones a los que todos estábamos acostumbrados en Windows 7.
Windows 10 es un gran sistema operativo con mucho potencial, pero como ha ocurrido con el resto de versiones de Windows desde sus inicios, la primera versión no está carente de fallos. Y aunque podríamos suponer que en el propio portátil de Microsoft tendría que ir “como la seda”, no es el caso.
Seguiré probando el nuevo sistema operativo de Microsoft, habrá que darle una oportunidad a que se ajusten tanto máquina, como persona.
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