Las ocho primeras horas del debate de investidura han revelado que Rajoy es el político mejor preparado para abordar hoy el gobierno de España. Se la ha empollado con el tesón con que ganó las oposiciones al cuerpo de Registradores del Estado. En las réplicas demostró que se sabe de pe a pa hasta las variantes de la autopista de Pajares…
Rajoy quiso dejar claro cuáles serán los ejes de su gobierno: diálogo, justicia y verdad. Y los medios: esfuerzo, tenacidad y confianza. Y un modo operativo: menos leyes, menos reglamentos, y que se cumplan.
Comenzó diciendo que su programa tenía dos directrices: estimular el crecimiento y crear empleo, y asegurar una plaza digna de España en el mundo porque “La España que hemos dejado atrás no va a volver y esta vieja Nación tendrá que rejuvenecer su actitud, recuperar flexibilidad y fortalecer sus estructuras para competir por un puesto de primera fila en un mundo nuevo.”
Para conseguir ambos desafíos, abrió dieciséis ámbitos de actuación, desde las reformas políticas y estructurales hasta el medio ambiente o la acción exterior del Estado. Pero en cualquier caso, por lo enunciado en su presentación y también en sus réplicas, especialmente a los representantes de la Izquierda Unida y los Verdes, Rajoy dejó bien claro que estamos asomándonos a un mundo nuevo.
La constante apelación al diálogo, la ironía constructiva, el respeto y el propio contenido reformista denotan un propósito modernizador que chocó frontalmente con los discursos que se produjeron en la tarde.
Los oponentes han exhibido intenciones más limitadas: marcar sus territorios respectivos. El portavoz socialista Pérez Rubalcaba se empeñó en contentar a su grupo parlamentario, advirtiendo al candidato que su grupo, aún en el Gobierno, ya había adelantado la mayor parte de las reformas propuestas. Y en minar la credibilidad del futuro presidente, repìtiendo su fracasado debate electoral.
El nacionalista catalán dedicó mucho calor a parangonar nuestro sistema constitucional de las autornomías con el federal norteamericano, a cobrar unos millones que al parecer el Estado debe a la Generalitat, y a conseguir un privilegio sobre el resto de las regiones españolas, el llamado pacto fiscal.
El comunista Lara, como antes del 98; pobre Gorbachov, cuántos sacrificios baldíos; su compañero de Grupo, el sindicalista catalán Coscubiela, llamando pirómanos a los populares, y el aragonés de la Chunta, preocupado con el trasvase del Ebro. Y cerró la sesión de tarde Rosa Díez, demagogia en vena de quien no tiene responsabilidad alguna.
Lo relevante, a mi juicio, es la distancia que media entre el reformismo de los que llegan y el conservadurismo progre de los que se van. El resto, puro panorama. En el que deslumbraron dos rotundas afirmaciones de Durán Lleida: “España nos está haciendo cada vez más pobres” dijo, para seguir poco después con que el principio de subsidiariedad lo inventó Giscard d’Estaing. Insólito en un nacionalista, que debería cultivar a padres del federalismo, como Altusius o Proudhom, y a la doctrina social de la Iglesia, que como buen democristiano debería tener más fresca. ¿O querría decir solidaridad? Subsidiariedad, solidaridad; conceptos incompatibles frecuentemente, como se dijo hace veinte años en Maastricht a propósito del art. 3,b. del Tratado.
Excelente presentación de un modo nuevo de gobernar. Como el candidato dijo, a la salida de la crisis no habitaremos el mismo mundo que hemos conocido.
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