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Nuestra Tabla de la Ley

Nuestra Tabla de la Ley
Federico Ysart el

Nuestra Constitución no llovió del cielo, ni fue gravada a rayos sobre tablas de piedra; se escribió sobre papel en días y noches de dialogo para reabrir la concordia y sofocar atávicos rescoldos. Hace cerca de medio siglo, la sociedad y sus líderes estuvieron a la altura que hoy tantos echamos en falta.

Entre los que mandan faltan reflejos y en el conjunto de la sociedad músculo para superar las dificultades sobrevenidas, cuando no auto infringidas. Cierto es que no hemos tenido los españoles demasiada experiencia en heroicas resistencias, como el Reino Unido frente al nazismo hace ochenta años, o hace cuarenta Polonia frente al comunismo.

Desde la guerra de Independencia contra los franceses, aquí las resistencias se han ejercido siempre entre españoles; guerras civiles durante el último siglo y medio. Y ya en éste parece como que en cuarenta y ocho años nos hubiéramos cansado de vivir en paz.

Lo hemos hecho mal; no debe aliviarnos el hecho de que el resto del mundo llamado libre o civilizado esté hoy sometido a fracciones internas, a una polarización que produce tantos fantasmas como las pinturas negras de Goya.

En nuestro caso la polarización es resultado de una política deliberada para blindarse en el poder quien no tiene la adhesión de mayoría alguna, ni social, ni parlamentaria, ni cultural. No es el clima idóneo para restaurar la confianza en las tablas de la ley.

Los jóvenes hoy las sienten como lo que siempre ha existido; no una conquista vivida como lo fue para sus padres y abuelos, y por ello tal vez incapaz de resolver sus problemas. A lo cual se suma una escasa formación que les impide distinguir entre derechos fundamentales y principios rectores de las políticas, como el derecho a trabajar o el de disfrutar a una vivienda adecuada.

Y sobre jóvenes y mayores pesan motivos de desafección hacia los partidos, “no nos representan”, y a la misma democracia representativa, incapaz de evitar la politización del poder judicial, por ejemplo, o de eliminar la corrupción.

Es claro que la ejecución por los sucesivos gobiernos del sistema autonómico, una de las piezas claves de la administración del Estado, aprobado por una inmensa mayoría de españoles en 1978 ha quedado erosionado. Tenía que suceder así cuando los actores cuelgan su lealtad en el perchero de la antecámara o inhiben su responsabilidad.

En todo caso, dados nuestros antecedentes, la Constitución es nuestro único aval ante el mundo, y el sistema de monarquía parlamentaria, la mejor garantía para nuestro futuro.

Ojalá vuelva a serlo de concordia.

Política

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