Francisco José Espada toreó de forma espléndida al cuarto de la notable novillada de El Montecillo. Ese cuarto de la tarde, Ilustrado de nombre, será difícil de olvidar por el torero y por los aficionados.Esa forma de galopar tras el engaño, esa embestida humillada y larga, esa nobleza, esa casta, esa bravura… Bravo, tremendamente bravo fue el bendito Ilustrado. Tuvo de todo y todo bueno. Un santo, si en el cielo de los toros bravos hubiera santos. Y nunca tonto.
Pero no se puede olvidar al torero que tuvo enfrente, cómo lo llevó siempre, embebido en la muleta guiada en todo momento con mano baja. Un natural, con Ilustrado persiguiendo los vuelos de la muleta con raza, parecía no tener final. Tan lejos y tan por abajo lo llevó el joven Espada, que el novillo pisó el trapo, pero la obra ya había quedado en la retina de miles de aficionados.
Un gran novillo, un novillero que presentó sus credenciales de buen torero, y una oreja que pudieron ser dos…
Entre barreras
por
Ángel González Abad