Ángel González Abad el 25 may, 2016 Grandeza, superación, el milagro de la vida, afán de triunfo, valor, torería, bravura, casta… Y puedo seguir con tópicos y lugares comunes sobre cómo la plaza de Las Ventas se inundó de emoción, de emociones -que la cosa no fue para ponerle freno-, desde que “Malagueño” pisó la arena hasta que fue arrastrado entre una rotunda ovación que reconocía su sangre brava. El milagro de la vida para el torero que le tocó en suerte. David Mora, que venía de un quinario, de un tiempo negro en el que las interrogantes sobre su futuro como hombre y como torero se cerraban. Apenas un hilo de luz al que se agarró el torero, un rayo que obró el milagro. Y otra vez el traje de luces, y otra vez ante el toro, y a Las Ventas. Y ese milagro de Alcurrucén, “Malagueño, que parecía criado para juntar su destino al de David Mora. De la arrancada alegre al caballo, de sus embestidas por bajo, de su temple, de su bravura de ensueño. Del viento inmisericorde, del capote a la espalda, de una cuadrilla en estado de gracia, y de un pase cambiado que no fue. De la angustia con el torero por los aires, del tremendo costalazo que dolió en el alma de los tendidos venteños. Y del toreo por bajo que enardeció, del empaque con la derecha, de una faena a más. A más el toro, a más el torero y a más veintitantas mil gargantas presas de emoción. El milagro de la vida con esas dos orejas para David Mora, el milagro de la bravura en esa vuelta al ruedo para “Malagueño”. El milagro del toreo. Grandeza, superación, afán de triunfo, valor, torería, bravura, casta… Toros Tags "Malagueño"AlcurrucénDavid MoraMadridSan Isidrotoros Comentarios Ángel González Abad el 25 may, 2016