Rosario Pérez el 24 ene, 2016 Se dice, se rumorea, se comenta «por lo bajini y lo altini» que Madrid no figura este año entre las prioridades de Morante. No quiero creerlo. Sevilla es esta temporada el obelisco central con cinco tardes, sí, pero Morante sabe que cuando Sevilla «no fue», Madrid lo acogió siempre como hijo suyo. Con su dureza característica, sí, pero con un cariño excepcional. Morante, torero de Madrid, soñó un poeta. ¿Existe algo más grande? Recuerdo una mañana de marzo en los alrededores de Las Ventas, con Morante de la Puebla sentado en un banco a medio camino de la Puerta Grande y la de Arrastre, con vaqueros, abrigo negro y camisa hawaiana. El genio de la torería se anunciaba el Domingo de Resurrección en la plaza capitalina y no en la señalada fecha de su tierra, donde este año sí estará tras su bienvenida reconciliación con la empresa. «Nunca me ilusioné con Sevilla, sino con Madrid, que fue la primera que me llamó. Sevilla, la empresa, me trata regular; y Madrid, justamente», manifestó por aquel entonces (2008, cuando ya se lamentaba del desnivel del redondel). «En Madrid me tratan con mucho cariño. Es una plaza clave en mi carrera». Y lo cierto es que, aunque también ha habido broncas y en general la suerte no le ha acompañado con los lotes, incluso en los últimos tiempos ha primado la decepción, Madrid es una plaza que lo idolatra y donde ha sublimado pasajes inolvidables. «La aprobación de Madrid es la aprobación del público más difícil de España. Hay mucha controversia, pero su personalidad me da morbo. Sevilla también es importante, más a nivel artístico, pero aquí (en Madrid) han sabido comprenderme y creen en mí». Creencia en un torero que es mucho más que un artista, en la naturalidad que nutre la religión de sus fieles, una afición que lo respeta pero que no entendería su ausencia en la catedral de la tauromaquia. El de La Puebla del Río regresa este año a la Maestranza porque Sevilla lo necesita y él necesita a Sevilla. Hubo un tiempo en que él necesitó a Madrid, que siempre lo acogió con los brazos abiertos, y Madrid sigue necesitándolo. Y Madrid, capital del toreo, siempre es necesaria. Más que necesaria, imprescindible en cualquier carrera y temporada. Morante, buscador de calidades, planifica una temporada de pocas cantidades -no más de quince corridas al parecer-. La calidad que va intrínseca a su arte, un arte necesario en una temporada de no pocos ataques desde los propios gobernantes de la capital de España. No, me niego a creer que Morante dude de si venir a Madrid en un año de especial simbolismo, que la pendiente del ruedo sea un escollo sin solución. No hay imposibles, ingrato refugio según el dicho popular: lo imposible solo tarda un poco más. No hay imposibles en el arte, con sus imperfecciones de rectas y curvas, en las telas y en la arena. Benditas sean. No, me niego a creer que Morante de Madrid no esté en la que fue y sigue siendo su plaza, en la Monumental que es el Museo del Prado donde todos los grandes quieren exponer sus obras. Morante es libre de elegir dónde torea y dónde no: a cada tiempo, su arte; a cada arte, su libertad. Sería maravilloso que la libertad de ese arte necesario en un año clave hiciera parada en Madrid, una plaza que siempre lo esperó y que lo espera, una capital del toreo vapuleada («por lo altini y por lo bajini») por algunos de nuestros dirigentes políticos, un escenario que esta temporada necesita de todos, que necesita a Morante, quien un día necesitó a Madrid… Quién sabe si 2016 sea el año de bañarse en la Cibeles… (FOTO: IGNACIO GIL) Otros temas Comentarios Rosario Pérez el 24 ene, 2016