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Blogs Entre barreras por Ángel González Abad

“Mañana seré libre”, la obra sobre Iván Fandiño

Rosario Pérez el

No sé si la tristeza tiene voz ni si la amargura posee tono, tampoco sé si la pena se ahoga en lágrimas o son las lágrimas las que se ahogan en ella. Pero la noche del viernes (en una noche que se alarga desde el 17J) tenían nombre y apellido: Néstor García. Al filo de las nueve, esa tristeza, esa amargura y esa pena eran suyas. Recibí su llamada antes de entrar en el concierto de Loquillo, acompañada por mis amigos Maxi y Lucas. El eterno apoderado de un torero para la eternidad me contó que acababa de terminar su libro en homenaje a Iván, así, a secas, como suele llamarlo, y me envió la portada y la contraportada por whatsapp. Me impactaron mucho.

Hablamos sobre la crudeza de relatar la verdad del toreo y Néstor me comentó que él se había planteado desde los inicios escribir una obra sobre Fandiño (verá la luz en febrero), pero nunca con ese trágico final. La trayectoria del torero, de puño y letra de quien más y mejor lo conoció, y que tal vez haya sido lo más cercano a una terapia frente al desconsuelo, ese que solo halla cierta calma en la sonrisa de su pequeño Álvaro y en la purasangre Fandiño que es Mara. Solo ellos, dice, le ayudan a recomponer las piezas de “un yo” roto de dolor.

Entre la multitud, Maxi, Lucas, su amigo Iván -que nos salvó de la cola con un saleroso “paripé”- y yo accedimos al concierto del “hombre de negro”. Sus clásicos retumbaban en el Palacio de los Deportes, rebosante como tantas tardes de Fandiño en la Monumental de las Ventas, como ese 29M de seis hierros legendarios que la figura de Orduña ¡quería repetir!

Cuando sonó una de las favoritas, entre el toreo de salón de Maxi y quizá por la conversación reciente, mi mente recordó el tándem Néstor-Fandiño, “una alianza sin fisuras en hermandad y lealtad”, reza la contra. Mientras escuchaba aquella letra, pensé que “Mañana seré libre” (brutal y magnífico título) debe de ser algo así como la memoria de esos jóvenes de otrora, la memoria de un apoderado en el retiro, que ya no tiene dónde, que ya no tiene a su porqué. La memoria de alguien que vivió al filo, que no quiso formar parte del sistema al uso, la memoria de un hombre que quiso marcar la diferencia, que hoy vive “al norte del futuro y al sur de la esperanza”. “Mañana seré libre” debe de ser algo así como la memoria de un hombre que caminó “por la cuerda sin hacer reverencias”.

Siempre nos quedarán José María Sanz, Madrid y sus calles, los toreros, esos “locos sueltos” que viven sin límites el arte, esos que nos ganaron la partida como Joselito a Belmonte en Talavera. Al común de los mortales nunca nos matará un toro. Ni nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto. Nosotros no somos héroes, somos espectadores de quienes se atreven a soltar riendas y cabalgar hasta la eternidad, sin atajos ni “paripés”.

“Mañana seré libre” no es solo su memoria, es la memoria de dos que fueron uno, de dos mitades que caminaron “sin aliados por reinos conquistados” (Loquillo canta), que amaron el toreo como lo soñaron “y lo soñaron siempre armados”. Armados de libertad, esa que ya le pertenece a un superhombre: Iván Fandiño.

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