Incontestable El Juli con “Orgullito”, que ya está en la dehesa en los primeros días de un feliz futuro ganado a la muerte; impoluto Manzanares. Dos tardes abrileñas de triunfo y gloria. El madrileño con todo su poder, el de Alicante preso de empaque.
Y entre los dos, una mano izquierda excepcional. Unos naturales macizos, plenos de poder, de temple, de hondura. En medio de la apoteosis juliana y del acompasado manzanares, uno se queda con Alejandro Talavante.
Que en esto de los toros, los sentimientos mandan, o deben mandar. Y aunque no es cuestión de poner peros a nadie, los naturales de Talavante…
No debe ser fácil torear como toreó el extremeño tras vivir tan de cerca el tsunami de las cuatro orejas de El Juli, y la entrega sin condiciones de La Maestranza al regusto de Manzanares. Talavante vivió un calvario la tarde de los Garcigrande, totalmente desdibujado y ausente. Por eso, salir al día siguiente inmediatamente después de que Manzanares paseara dos orejas y torear como toreó, más parecía misión imposible que otra cosa. Cuajar a un exigente toro de Cuvillo como lo cuajó al natural Talavante, no es cuestión baladí.
Y es que entre tanto triunfo y tanta oda, en la retina me quedan los naturales de Talavante. Tan de verdad, tan impregnados del mejor toreo. ¡Cosas del sentimiento!