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Blogs Entre barreras por Ángel González Abad

A El Fandi no le quieren los presidentes

Rosario Pérez el


El Fandi no es santo de la devoción de los presidentes (de las plazas de toros). Ni falta que le hace: David Fandila es torero del pueblo, y nada hay, como diría Victorino, que ser un ganadero o un torero del pueblo. Al veterano matador granadino le han mangado por el arte del birlibirloque dos orejas en escenarios de primera categoría: Sevilla, por abril (más 1), y Madrid, por mayo.
Se presupone que en cosos de primera hay usías de primera división, que cumplen el reglamento a rajatabla. Y el reglamento lo que dice es que la primera peluda es del público, siempre que haya petición mayoritaria. Nada se especifica sobre si mayoritaria de “la mitad más uno” o de mayoritaria “cómo mis santos ojos (por no usar otro término, en masculino y en femenino…) deseen verlo”.
La oreja de la Maestranza, donde toreó a cámara lenta, no daba lugar a duda alguna, como tampoco lo dio el afán de protagonismo de quien ocupaba el palco. En Las Ventas, como soy de letras, no me dio tiempo a contar cuántos pañuelos asomaban de los bolsillos de los casi 20.000 espectadores que ocupaban los tendidos: perdí la cuenta cuando iba por los 10.001…
En lo que la mayoría no perdió la cuenta ni la pista fue en la actitud de Fandi, pura entrega de principio a fin, al que no solo le birlaron un trofeo, sino la opción de un par de banderillas más. ¡Si precisamente la gran mayoría (y eso lo dice la taquilla, no los pañuelos) quería ver los rehiletes de Fandila! Pues el usía lo denegó… Eso sí, el espada se resarció en el cuarto, con raza y vergüenza torera, con muletazos muy templados y con enorme profesionalidad como director de lidia toda la tarde, algo que se echa en falta en la actualidad.
¿Que hubo pases más despegados? Sí, pero no más que muchos de los que se aplauden y de los que algún presidente hubiese premiado con el moquero. Pero no se llaman El Fandi, y parece que existe complejo para dar a alguno lo que se gana en el ruedo. A Fandi no le quieren algunos presidentes, ni falta que le hace: lo quiere y admira el pueblo.

(Foto: Paloma Aguilar)

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