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Blogs El talón de América por Carmen de Carlos

Juan Mariné, el hombre de los milagros de cine

Carmen de Carlos el

José Sacristán le definió como un hombre sensible capaz de rescatar lo que se daba por perdido. El embajador de España, Rafael Estrella, agradeció poder ver con sus ojos el centenar de películas que existen gracias a él y Juan Mariné, el director de fotografía y restaurador de kilómetros de celuloide, dijo con modestia que en la vida, siempre buscó mejorar la calidad de todos sus trabajos. La escena es fiel reflejo de lo sucedido en el Casal de Cataluña de Buenos Aires el jueves por la tarde.
A Juan Mariné, de 88 años, Argentina le sorprendió con un homenaje caluroso en sentido estricto y figurado del término. A 40 grados, en pleno verano austral, la Cámara de Comercio Española le entregó una placa de reconocimiento a su trayectoria. El hombre, que al mirarse en el espejo observa más que a un profesional a un amante del cine, agradeció a todos y rescató algunas anécdotas de esa rica memoria que conserva con lucidez de un chaval. Entre otros recuerdos mencionó, los milagros que hice con algunas actrices para que salieran lo más guapas posibles y no con rostros mediocres. Para lograrlo ponía y quitaba objetivos con la habilidad de un ilusionistaque tiene una baraja de naipes entre sus manos. El premio a sus trucos lo recibía en los estrenos y de por vida, porque cada vez que me veían me llenaban de besos, confesó.
Inventor de una máquina del tiempo para hacer jóvenes películas viejas, su nombre es sinónimo de vanguardia, perfección y tenacidad. Prueba de ello es la máxima que ha regido su trabajo: Imposible es algo que se tarda un poco más en lograr, garantizó. Al escucharle con ese amor al oficio, en palabras de Sacristán, decenas de títulos sobrevolaron el auditorio. Noventa minutos y Alas de juventud (1949) fueron con los que inició su carrera. Saeta del Ruiseñor (1957) y El ruiseñor de las cumbres (1958) con el inefable Joselito, cuya voz estuvo presente, son hoy un clásico con Usted puede ser un asesino (1961), Un millón en la basura (1966), Experiencia prematrimonial, Una chica y un señor (1973) y otras decenas que llevan su firma como director de fotografía. Su sello como restaurador lo dejó en cintas como La venenosa de Raquel Meyer, Santander en llamas, La aldea maldita o los caballos del vino, recordados ayer, hoy y mañana.
Como parte de este homenaje hispano porteño, su hijo, Jorge Mariné, se estrenó en el montaje de unos metros de documental con recortes de algunas de sus mejores obras. Lo hizo con la complicidad de la familia y de Concha Figueras, actual mujer de Juan. En esa película casera desfilaron los actores de la España en blanco y negro que después rodaron en color bajo el influjo de la luz de Mariné. En primera fila un trío eterno: José Luis López Vázquez, Concha Velasco y Tony Leblanc. A continuación, la totalidad de un regimiento de la historia del cine español. Todos, como aseguró José Sacristán, permanentemente agradecidos al ojo clínico de Juan Mariné.

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