Los ecos del virtual asalto del Gobierno a Clarín esta semana tardarán en silenciarse. Las escenas, tragicómicas, de un pelotón de inspectores acordonando la sede del periódico se han repetido hasta el cansancio. Un amigo despistado, de paso en Buenos Aires, pensó al verlas que era la cola del paro.
Las explicaciones del titular de la Afip, Ricardo Etchegaray y del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, declarándose libres de culpa y causa, parecían sacadas de un guión de cine: Niega la evidencia. Aunque te descubra en la cama con otra, di que es mentira, que todo es imaginación suya, que está loca… La máxima del adúltero parece hacer carne en los funcionarios de una Administración devaluada y, visto lo visto, torpe hasta límites insospechados.
Durante más de tres horas TN, el canal de Clarín, estuvo retransmitiendo en directo el desembarco del batallón de inspectores fiscales que pretendía sentenciar y ejecutar allí mismo al monopolio como se refiere Néstor Kirchner al mayor grupo de comunicación de Argentina. Al parecer, ni la presidenta, ni nadie de su estrecho círculo de poder se enteró de nada durante ese tiempo. No vieron, no oyeron y nadie les informo.
Tampoco tuvieron noticia del despliegue simultáneo de la Afip en otras empresas del grupo y en domicilios de altos ejecutivos o miembros del Consejo de Administración. Entre unos y otros, trescientos inspectores anduvieron a sus anchas cumpliendo órdenes de no se sabe quién. El Gobierno entregó dos cabezas de turco de un par de inspectores como compensación. Tan ridículo como el montaje anterior.
En Argentina “el imperio Clarín” despierta odios profundos en la profesión y en la clase política. Los reproches están a la orden del día: Desinformaron cuando estaban mimados por el Gobierno, tienen bula hasta para apropiarse de hijos de desaparecidos (en alusión a los dos de Ernestina Herrera de Noble) y sólo sacan los trapos sucios de un Gobierno cuando saben que éste tiene los días contados.
Estas son algunas de las acusaciones, -con o sin fundamento-, más frecuentes que suelen repetir los detractores del multimedio. Dicho esto, pongamos que Clarín, como dice los Kirchner, no es sólo malo, es malísimo. Con lo que ha hecho la Afip esta semana lo ha convertido en bueno y lo que es más gracioso, en víctima.
A Carlos Menem le atribuyen un único arrepentimiento de su doble gestión: Lo que siento es no haber acabado con Clarín cuando pude. Cierto o no, el matrimonio Kirchner parece estar dispuesto a seguir intentándo lograr la hazaña en la que el expresidente fracasó. Lo malo es que, como Menem, parece que llegan demasiado tarde.