Los 33 tienen por delante dos ó tres meses para volver a ver la luz del día. El conducto de 8 centímetros a través del que están recibiendo avituallamiento, tendrá que alcanzar un diámetro de 70 centímetros para poder evacuar, uno por uno, a los hombres que se tragó la tierra. Lo harán en canastos o camillas. Habrá plan A y plan B por si se producen desprendimientos o se encuentran con obstáculos inesperados. Esto fue lo que sucedió durante las pasadas semanas. El 8 de agosto un derrumbe echó por tierra las tareas de rescate y el 19 la gigantesca taladradora alcanzó los 700 metros de profundidad pero estaba lejos del refugio. Durante ese tiempo, los hombres, con edades comprendidas entre los 19 y los 63 años, aguantaban como topos en su guarida. Sus familias, en la superficie, se desesperaban. Entre medias, el ministro de la Minería, Laurence Golborne, rompía en llanto y vaticinaba un final poco feliz.
El papelito del más veterano, Mario Gómez, de 63 años, que leyó Sebastián Piñera el domingo y las imágenes posteriores del grupo, mostrando su rostro a una minúscula cámara, -como niños que quieren salir en la televisión-, hicieron llorar al más aguerrido de los mortales. Chile tiene demasiado fresco en la memoria el terremoto, seguido de una cadena de tsunamis, con el que inauguró el año en febrero. Aquel golpe hundió a sus 17 millones de habitantes en la depresión y la desgracia. El seísmo desplazó el eje de la tierra y a miles de chilenos de sus hogares. El mapa del país, con su larguirucha costa, quedó modificado con decenas de localidades borradas de la vista. Tras un cimbronazo como aquel, una tragedia como la de los mineros parecía demasiado para un país que intenta, y logra, sacar la cabeza de tanto infortunio.
Cronología: http://www.youtube.com/watch?v=1XoXvnU4zVU&feature=related