La otra palabra de Cristina Kirchner

Con otro tono Cristina Kirchner recuperó la palabra. Dos días fueron suficientes para darse cuenta de que un jefe/a del Estado no puede decir lo primero que se le pasa por la cabeza. El precio que suelen pagar los que olvidan ese principio suele ser caro. Ella lo ha comprobado en propia carne, aunque -por la escasez que hay- suene a ironía. Su Gobierno, a partir de los cacerolazos y de las movilizaciones del campo, tiene un antes y un después.
Antes, hacía y decía lo que le venía en gana. Convencida de su inmunidad le importaba todo un bledo. Creía que tenía la sartén por el mango y el mango también. Ahora ha comprobado que, por no morderse la lengua a tiempo, puede caerse o la pueden empujar de ese pedestal donde se sentía soñada. La realidad es cruel y abrir los ojos tarde puede resultar traumático cuando no letal.
Cristina, porque para todos es Cristina, puso los pies en la tierra antes de que la tierra se la tragara. Rescató de la memoria expresiones y términos olvidados: por favor, humildad y diálogo. Así, en menos que canta un gallo, aquellos a los que había ofendido, aceptaron una tregua. Tan fácil como eso.
Ayer, el ministro de Economía, Martín Lousteau, el Jefe de Gabinete, Alberto Fernández y hasta ella misma, en carne y hueso, recibieron en la Casa Rosada a los representantes del campo. No lo habían hecho nunca. Ni antes ni después del 11 de marzo, fecha del decretazo a la soja y al girasol.
La mesa de negociación se ha abierto y las cartas están sobre la mesa. El resultado se verá después pero el Gobierno de Cristina nunca será como antes.