El bien común es un valor que parece pasado de moda. Sin embargo, si en un Estado democrático y libre se está en política, ha de ser para trabajar por el interés general. Cuando se antepone lo particular, el rédito personal, se fracasa siempre. Ahora mismo, la sociedad española está sentada de nuevo en las butacas de platea, observando cómo los actores de la vida política se mueven, actúan, simulan, disimulan, declaran o guardan silencio. La anterior pantomima concluyó con unas elecciones, las segundas en medio año, sobre las que parece que todavía hoy ni Sánchez ni Rivera han querido sacar conclusiones: siguen leyendo mal el mensaje que el cuerpo electoral les ha enviado. Da la impresión, por momentos, de que la fe democrática de algunos políticos es especialmente endeble. España ha encargado formar Gobierno a Rajoy. Sería bueno que no se despreciase con tanta ligereza la legitimidad de la lista más votada, la voluntad de la mayoría. España necesita estabilidad y que los políticos practiquen el credo de trabajar para arreglar problemas, en lugar de crearlos.