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Blogs Cuentas conmigo por Yolanda Gómez

Y ahora ¿qué hará Europa?

Yolanda Gómez el

Los griegos han apoyado mayoritariamente al partido de Alexis Tsipras, Siryza, para gobernar su país. Protestaban así por la política de austeridad que Bruselas les ha impuesto. Durante la semana pasada el nuevo presidente del país y su ministro de Economía hicieron una gira por varios países europeos tratando de recabar apoyos a su nueva política. Aunque su paso por París, Roma e incluso Londres dejó buen sabor de boca al nuevo ejecutivo heleno, no ocurrió lo mismo con la visita a Alemania. «las promesas electorales a costa de terceros no son realistas», advertía el ministro de Finanzas alemán. Pero Tsipras continúa con su órdago, como si esto no fuera con él. Ayer, el nuevo presidente ponía encima de la mesa sus primeras medidas: más funcionarios, luz, sanidad y alimentos para los más necesitados, subida del salario mínimo y eso sí, recuperar la televisión pública para vender bien las nuevas políticas. Medidas todas para incrementar el gasto público. Los mayores ingresos los fíamos a la lucha contra el fraude.

La pregunta es qué hará ahora la Unión Europea. Si Grecia tiene dificultades para pagar su deuda con las medidas de ajuste impuestas por la troika, que, por cierto, aunque hayan tardado, empiezan a traducirse en crecimiento; con las nuevas recetas de Tsipras la deuda no sólo no se reducirá si no que seguirá creciendo. ¿Está Europa dispuesta seguir financiando a Grecia a cualquier precio? ¿Aceptará los retos del nuevo partido gobernante? ¿Habrá quita para la deuda helena o cambio en las condiciones de la misma? ¿Se rebajarán las exigencias de reformas y austeridad? ¿Saldrá Grecia del euro?

La UE no lo va a tener fácil para tomar sus decisiones. Aunque Grecia apenas representa el 2% del PIB de la zona euro, los inversores miran con lupa lo que pase en el país, porque puede ser el modelo a seguir para otros, incluido el nuestro. Si Europa aceptara quitas en la deuda, o permitiera a Tsipras no hacer las reformas y los ajustes previstos, se podría pensar que es un triunfo de un partido populista que se ha enfrentado al oficialismo europeo y que los que hasta ahora hemos hecho los deberes hemos sido, cuando menos, unos «pringaos» que dirían muchos de los seguidores de Podemos. Y los españoles podríamos decidir votar también populismo, que siga la fiesta: más pensiones, más subsidios, más gasto,… que ya pagará Europa. Si por el contrario se dice un no rotundo a las propuestas populistas, y se deja caer a Grecia, al final se produciría inestabilidad para el conjunto del euro y el escenario tampoco sería positivo. Si Grecia sale del euro es todavía más improbable que pueda pagar su deuda, y eso tampoco le interesa a nadie.

Ante esta encrucijada está claro que las autoridades europeas tienen que ser muy cuidadosas. Y es Alemania, quien más dinero ha puesto para pagar salvar a Grecia y al resto de países rescatados, quien lleva la voz cantante. Aceptar el órdago griego sería reconocer que sus políticas han sido un fracaso, cosa que, por otro lado, tampoco es cierto. Irlanda, España e incluso Portugal están teniendo ya buenos resultados en sus grandes cifras macroeconómicas, aunque los ciudadanos todavía sufren las consecuencias de una crisis tan prolongada y de los sacrificios realizados. No dará su brazo a torcer. Y yo, en esta ocasión, estoy con Alemania. Otra cosa sería tirar por la borda todos los sacrificios realizados. Y por mucha democracia que haya, uno puede prometer lo que puede cumplir con sus propios ingresos, lo demás es solo demagogia.

Al final los Estados no son tan distintos de las familias. Si uno gana cuatro y gasta tres, la economía va bien. Si gana cuatro y gasta seis, va mal. Si hay crisis y tienes menos ingresos, tienes que ajustar tus gastos a los nuevos ingresos, por mucho que nos duela, y muchos sacrificios que tengamos que hacer. Si antes ganábamos 2000 euros y ahora ganamos 1000 está claro que habrá cosas a las que tendremos que renunciar. Y por último, si yo le pido dinero prestado a un familiar o un amigo para pagar la hipoteca, y me voy de cañas, a comer fuera, no quiero renunciar al colegio privado de los niños, o las vacaciones, o me dedico a dar el dinero a los pobres… y luego le digo a mi amigo que no le puedo devolver el préstamo, se enfadará y con razón y, desde luego, no me volverá a prestar.

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