La sangría continúa. Ya son más de 1.500 las empresas que han salido de Cataluña huyendo de la inseguridad jurídica que supone estar instalados en un territorio donde sus gobernantes se han saltado y siguen dispuestos a saltarse todas las normas posibles. Y lo malo no es solo que se vayan, sino que es muy posible que tarden tiempo en volver, si es que lo hacen. Y cada vez son menos los que se creen las mentiras del independentismo, eso de que no pasa nada porque se vaya. Claro que pasa, y mucho, primero son las sedes sociales, luego las fiscales, o ambas a la vez, luego los directivos, y si la cosa se pone fea también la producción. El martes Caixabank reconoció que el traslado de la sede no era algo temporal, por si a alguien le quedaba alguna duda. Y por supuesto nadie de todos aquellos que tenían previsto invertir en una de las regiones más ricas y abiertas de España y de Europa, lo harán en este entorno de incertidumbre.
Y no son solo las empresas. Las reservas turísticas caen; se paralizan operaciones inmobiliarias; bajan los precios de la vivienda, se reducen las ventas en las grandes superficies,… y todo eso en menos de un mes. Y yo me pregunto, ¿y nadie en Cataluña va a exigir responsabilidades al señor Junqueras, al señor Puigdemont, y a todos los independentistas que han llevado a la región más rica y envidiada de España a esta situación?
Yo escribía en mi post anterior, quizás demasiado optimista, que esto es el principio del fin del procés, pero estoy convencida de que antes o después (espero que sea antes que después) toda esa burguesía catalana que se convirtió en independentista reaccione. ¿De verdad está dispuesta la clase media catalana a sacrificar su bienestar y el de sus hijos por ese sueño de una República catalana independiente, que nada tiene que ver con la Arcadia feliz que les habían prometido? Sinceramente, no lo creo.
Pero que nadie se engañe. El daño que en estas últimas semanas ha hecho el independentismo a la economía catalana y que, por supuesto, perjudicará al conjunto de la economía española, no se repara en un día o dos. La vuelta a la legalidad que supondrá el artículo 155 si, finalmente, como parece, Puigdemont se mantiene en sus treces, pondrá fin a esta locura. Pero hasta que no haya elecciones y los nuevos gobernantes que salgan de las urnas dejen muy claro que respetarán la ley, y, yo iría más allá, descartan la independencia futura, la economía no se recuperará. Porque que nadie se engañe, a las empresas y a los inversores no les gusta la independencia, ni siquiera una independencia pactada y dentro de la ley. Castigaron a Quebec en su día, están castigando al Reino Unido por el Brexit, y castigarían a la República catalana.
Otros temas Yolanda Gómezel