Francia es uno de los países con mayor gasto público de Europa -este año superará el 57% del PIB, porcentaje solo superado por la rica Finlandia-, y la situación empieza a ser en insostenible. Si hace unos años el país vecino era uno de los principales motores de la economía europea, hoy es uno de los mayores riesgos para la recuperación y Alemania no está dispuesta a permitirlo.
Todo está inventado. Las recetas de Merkel, que España ha aplicado al pie de la letra, y que pasan fundamentalmente por recortar el gasto público para cuadrar el déficit, pero también por contener los salarios para conseguir una economía más competitiva, empiezan a dar frutos en nuestro país. Hemos recuperado la confianza de los inversores, el PIB empieza a crecer y se crea empleo a mayor ritmo del previsto. Alemania y la Comisión tienen hoy más argumentos para imponer este camino: las recetas funcionan, y en inmovilismo francés no tiene cabida en el escenario europeo.
Las medidas que ayer avanzó Valls son casi idénticas a las que anunció Zapatero en mayo de 2010 –obligado, eso sí, por el FMI, la Comisión Europea, Merkel e incluso Obama–; y las que después tomó Rajoy en diciembre de 2011 y en julio de 2012, con España al borde de la quiebra. Son medidas impopulares, sacrificios que visto el giro que está tomando la economía española, pueden haber merecido la pena y que pillan con el pie cambiado a una oposición que sigue diciendo que cuando vuelva a gobernar anulará los recortes del PP. ¡Qué ilusos! Europa no les va a dejar, y menos mal, porque la alternativa es la quiebra de España.
Otros temas Yolanda Gómezel