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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Costa Dálmata de Croacia: sal, ostras y murallas

Francisco López-Seivaneel

En la comarca de Dubrovnik hay un pueblecito de unos 2.500 habitantes, situado en el fondo del Canal de Ston, un entrante largo y estrecho del Adriático que penetra como un puñal  en la península de Pelisac (por escribirlo en términos comprensibles para el lector español), justo donde el estrecho istmo que la une, como un cuello de botella, a la costa dálmata de Croacia se junta con la larga península.

La iglesia y la muralla de Ston son sus marcas más significativas/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm Serie X T20
La ría de Uvala Kuta vista desde su remanso. A la izquierda puede verse Mali Ston y el arranque de la muralla. En primer plano numerosas bateas para el cultivo de moluscos/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X-T20

El canal de Ston remansa en la hoya donde se extienden las que dicen ser las mayores Salinas naturales de Europa. En tiempos medievales la sal era tan valiosa como el oro. Servía para conservar los alimentos, para pagar a los obreros (salario), para condimentar y curar. Para defender las Salinas (y el acceso a la península, rica en aceite, vino y vegetales) se construyó en Ston una formidable muralla que asciende por la montaña hasta descender al otro lado del istmo, donde se halla Mali Ston (Pequeño Ston), otro pueblecito asomado a la ría de Uvala Kuta, famosa desde tiempos romanos por sus fantásticos moluscos y, sobre todo, por sus ostras. Aquí se juntan hoy las tres joyas turísticas del lugar: las extensas Salinas, aún en pleno funcionamiento, la muralla que se construyó de lado a lado del istmo y los superfamosos moluscos que se cultivan en el remanso de la ría. Yo añadiría los sublimes paisajes que se contemplan por doquier.

Vista general de las famosas Salinas de Ston/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X-T20
Ston y su muralla, trepando montaña arriba hasta el otro lado del istmo/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X-T20

Empecemos por Ston, una especie de Dubrovnik en miniatura, con sus casas de piedra y sus tejados rojos. Sus calles ocupan el escaso terreno llano entre la montaña y las Salinas. Lo primero que destaca a la entrada es el Fuerte de Veliki Kastio y la larga muralla alba que asciende monte arriba, adaptándose al terreno, hasta Mali Ston, para regresar por el otro lado, formando un circulo imperfecto que puede sumar unos cinco kilómetros. Hecha totalmente con roca caliza de las propias montañas circundantes, es indudablemente un extraordinario monumento medieval muy bien conservado. Se puede caminar en toda su extensión y tiene vistas extraordinarias de ambas rías, pero, advertidos quedan, el paseo no es para pusilánimes.

El fuerte Veliki Kastio que defendía la ciudad y la muralla circular que llegaba al otro lado de la montaña y el istmo/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X-T20

Las extensas Salinas tienen menos sex appeal. Están divididas en estanques rectangulares y solo recobran protagonismo cuando las cuadrillas de salineros van amontonado la sal como si fuera nieve. Yo solo vi estanques de aguas someras, y sus instalaciones, ya obsoletas, me parecieron abandonadas. Me aseguraron con entusiasmo que son las más antiguas del Mediterráneo, así que no quise desairarles hablándoles de las que explotaban los fenicios en Cádiz, hace más de dos mil años.

Otra vista más cercana de la Salinas de Ston/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X-T20
Las Salinas están separadas por estrechos caminos que dividen los estanques/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X-T20

Otro tanto me ocurrió con la muralla, publicitada sin rubor como “la mayor del mundo, después de la China”. Aquí si que les sugerí que buscaran en la Wikipedia la muralla que defendía la fortaleza de Amber, en Jaipur, la capital del Rajastan indio, que debe de tener cerca de veinte kilómetros de perímetro. La de Ston se extiende por unos cinco kilómetros y todos los años, allá por el último fin de semana de septiembre, suele tener lugar una carrera popular por las almenas de todo el perímetro. Créanme, puede ser bastante dura. De hecho, primero se da la salida a los competidores y después salen los aficionados festivos, que lo toman como una romería. Es una gran oportunidad para visitar los restaurantes de la zona y probar sus afamados moluscos.

Ston y su murallan, trepando montaña arriba hasta Mali Ston, al otro lado del istmo/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm Serie X T20

Yo me dejé caer por uno que está en Mali Ston, al otro lado del istmo y de la muralla. Se llama Vila Koruna, un nombre de indudables resonancias gallegas. Tiene unas vistas sublimes de la ría, que remansa allí mismo, con infinidad de bateas, instalaciones para cultivar ostras, mejillones y todo tipo de crustáceos. En la comarca se celebra todos las primaveras un animado festival, que consiste básicamente en degustar pantagruélicamente ‘las ostras más afrodisíacas del mundo’. Dentro del propio restaurante hay una especie de piscina donde se mantienen vivos los mariscos. Allí los ‘pescan’ a la vista de todos cada vez que alguien pide una ración. Si son amantes del marisco y deciden viajar a la zona, no dejen de pasarse por allí, es muy conocido en toda la comarca. Su lema:  “Eat oysters. Love longer” (Come ostras. Ama más)

Aquí puede verse una selección de las ostras y moluscos de Ston, un manjar para los amantes de esa gastronomía/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X-T20
No solamente de moluscos vive el amante de los mariscos. El dueño de Vila Koruna nos muestras langostas recién ‘pescadas’ en su piscina/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X-T20

Como Ston se encuentra a apenas cincuenta kilómetros de Dubrovnik, a cuyo territorio pertenece, si en alguna ocasión se animan a visitar la zona, les sugiero que crucen el istmo, se lleguen a Ston, recorran su atractiva muralla y degusten después sus crustáceos favoritos a la salud de Afrodita. Se lo habrán ganado.

Para dimes y dirites: seivane@seivane.net

Escucha aquí mis Crónicas de un nómada en Radio 5 (RNE)

 

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