Hace tiempo que conocí a Haile Gebraselassi en su natal Etiopía y compartí con él unas horas inolvidables. Recientemente ha pasado por Madrid y el hecho me ha traído a la memoria aquel tiempo compartido en uno de sus hoteles. Allí, sentados junto al lago que lame los jardines de su propiedad, sostuvimos una interesante conversación, que me complazco en reproducir ahora.
Empezaré diciendo que sus diez hermanos le llamaban ‘Nefteña’ (‘Indomable’) cuando a las cuatro años ya iba todos los días corriendo descalzo a la escuela, distante diez kilómetros de su casa de Asella, en pleno Valle del Rift, y volvía por la tarde del mismo modo. Ese espíritu de sacrificio, de constancia, de intensidad, sigue plenamente vigente a sus cuarenta y tantos años, cuando, tras dejar atrás la competición deportiva, que tanta gloria le dio, anda metido de hoz y coz en la vorágine de los negocios: es propietario de una cadena hotelera en plena expansión, tiene importantes inversiones en minería, agricultura e importación y exportación; es concesionario exclusivo de los automóviles Hyundai para toda Etiopía, un mercado de casi cien millones de consumidores potenciales, y está preparando su salto a la escena internacional desde su cuartel general, un edificio de diez plantas en Bole, la principal avenida de Adis Abeba, desde donde dirige a los mil quinientos empleados de sus empresas. Su casa es un palacio que domina la ciudad. No hace falta añadir que es querido, reconocido, respetado y admirado en todo el país. En plena flor de la vida ya ha logrado la gloria y el dinero. Sólo le queda el poder político, así que la pregunta es obvia.
P.- ¿No estarás metido en una carrera de fondo hacia la presidencia de Etiopía?
La pregunta le pilló con la guardia baja. Apenas acertó a esconder su sorpresa tras una amplia sonrisa de complicidad más elocuente que una declaración jurada:
– “¡Quién sabe! Todo es posible…”, respondió mirándome con picardía.
– “Recibir el Premio Príncipe de Asturias de manos del príncipe Felipe supuso el momento culminante de mi carera deportiva, el mayor honor que jamás pude soñar”.
Me apresuré a aclararle que Felipe hace tiempo que ya es rey, y sonríó azorado. Tenía prisa para continuar viaje porque le esperaban para comer en Asella, su pueblo natal, donde aún vivía parte de su familia.
– “Una de mis hermanas murió hace tiempo y otra ha fallecido recientemente, por eso me acerco lo que puedo por el pueblo para prestar apoyo a mi familia. ¿Ves que vida llevo? Anoche cené en mi casa en Adis Abeba, esta mañana he desayunado en el hotel, aquí en Awsa, y ahora me voy a comer con mi familia en Asella”
P.- Con la experiencia adquirida a lo largo de tu carrera y suponiendo que volvieras a tener 20 años, ¿podrías bajar de las dos horas en el maratón?.
– “¡Absolutamente!”.
Me lo repitió tres veces como un relámpago y con total convicción. De hecho, me confesó que estaba involucrado en un proyecto científico,‘subtwohours’ o “1: 59: 59”, dirigido por el profesor Yanis Pitsiladis, de la Universidad de Birmingham, que trataba de conseguir que, en unos años ,un ser humano corriera los cuarenta y dos kilómetros del maratón en menos de dos horas.
P.- Entiendo que el proyecto no incluye el uso de drogas…
– “¡Nada de drogas! El proyecto se centra exclusivamente en la aplicación de un método científico para mejorar la dieta, el entrenamiento y la preparación psicológica. Y te diré más: si en mi época hubiéramos tenido las zapatillas con que se corre ahora yo hubiera bajado de los dos horas hace mucho tiempo”.
P.- ¿Qué come un atleta tan excepcional?
– “Sobre todo, muchos carbohidratos. En época de competición, la dieta es más severa. No hay que comer nada más que lo necesario. Lo superfluo roba muchas energías. Todo lo que se ingiere hay que digerirlo, asimilarlo y, finalmente, expulsarlo. El proceso es muy costoso en términos de energía, por lo que un atleta debe comer únicamente aquello que necesita. No puede permitirse ni un gramo de más o se verá obligado a llevarlo encima como una mochila cuando corra”.
Fuera de la competición, me confiesa que le encanta tomar un vaso de vino. ‘O dos’, puntualiza. Y lo hace repetidamente y con gran énfasis, dándome a entender que le encanta el buen vino y ahora que se ha retirado definitivamente de la competición ya puede gratificarse.
P.- ¿Te has retirado de verdad o sólo un poco?
– “Ya se que me he ‘retirado’ muchas veces, pero ya hace tiempo que no compito. O, por mejor decir, ahora compito de otra manera, en los negocios. Siempre quiero mejorar y ofrecer el mejor servicio a mis clientes. El dinero es secundario. Lo importante para mi es que mis clientes tengan un alto grado de satisfacción y ahí vuelco mis energías. De hecho, estoy considerando dar el salto al escenario internacional y abrir algún hotel en Europa, quizá en España o Francia…”.
P.- Entonces, ¿has dejado de correr definitivamente?.
“¡No, qué va! Sigo corriendo todos los días sin excepción, veinte, treinta o sesenta minutos, aunque tenga que levantarme a las cinco de la mañana
Haile muestra en todo momento lo que podríamos llamar una gran preocupación social. Cuando habla de sus negocios, pone siempre el énfasis en el servicio; cuando le menciono la política y su posible carrera presidencial, no deja de repetir que le encantaría tener poder político para hacer muchas cosas por la gente.
P.- ¿Te consideras una persona con más inquietudes sociales que espirituales?.
– “Creo que soy una persona espiritual, pero eso entra en mi ámbito privado y no acostumbro a hablar de ello. En términos prácticos, digamos que lo ‘espiritual’ es para mi lo psicológico, el desarrollo de las cualidades mentales que pueden hacerme un atleta y un hombre mejor”,
P.- ¿En qué piensa un fondista de élite en plena carrera?
– “¡En tantas cosas! Una maratón son dos horas y se pasa por muchos estados mentales. Hay momentos en los que la mente se retira de la carrera y el cuerpo va solo a velocidad de crucero, como un avión con piloto automático, pero de pronto te pasa un atleta y se disparan las alarmas. Hay que repensar la estrategia, calcular las fuerzas y tomar decisiones clave. Ahí se gana o se pierde una competición”
P.- ¿Qué pasó por tu mente cuando tu discípulo Bekele te venció por primera vez en aquella memorable final olímpica?
– “Nada. Somos deportistas y esas cosas pueden pasar” (aquí no me sonó tan sincero y convincente)
P.- Con tu experiencia y talento, ¿no has sentido nunca la tentación de crear escuela para formar a las jóvenes promesas?
– “Si, estoy preparando uno de mis hoteles, el Yaya Village Resort de Adis Abeba, para que sea, en parte, una academia de formación y también un campo de experimentación, donde puedan venir atletas de todo el mundo a preparase para la alta competición. Es un proyecto que ya está en marcha para que se formen las mejores promesas, pero también un lugar para que deportistas profesionales puedan venir a entrenar y mejorar su técnica y capacidades. Y, sobre todo, queremos que sea una sede experimental permanente para investigar y mejorar el rendimiento bajo estricta supervisión de los mejores especialistas”
P.- ¿Por qué hay tan buenos fondistas en Kenia y Etiopía?
– “Es el valle del Rift, que cruza ambos países. Yo nací en Asella, que está a más de dos mil metros de altura, en pleno valle del Rift y correr desde la infancia en esa altura forma un aparato locomotor de especiales características, al menos eso es lo que dicen los expertos”.
Haile tiene tres hijas, la mayor de veintipocos años, y un hijo más pequeño.
P.- ¿Les gusta correr a tus hijos?.
– “No. Sólo a mi hijo pequeño le gusta el fútbol. Es un fan de Messi”
P.- Tu has sido conocido siempre por tu gran fortaleza mental, una cualidad indispensable en todo campeón. ¿Qué es más importante para un atleta, la cabeza o las piernas?
– “Al cincuenta por ciento. Para ganar una batalla hace falta un soldado y un general. El general es la mente, la inteligencia, la planificación, la estrategia y la determinación. El soldado es la parte física, las piernas. Si uno de los dos falla, no hay manera de vencer”.
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