Cuando mi amigo Diego me regaló “Las almas de Brandon” y vi que la lengüetilla decía “El libro del poeta que conquistó un país entero en menos de tres minutos” ya supe que tenía que ponerme en lo peor. Un poeta que salta a la palestra en un concurso de televisión y al que se promociona con frases que también podrían servir para promocionar el caldo Gallina Blanca, no parece que vaya a estar a la altura de un Gil de Biedma o un Ángel González. O a lo mejor es que nuestra sociedad no da para más.
César Brandon Ndjocu me ha parecido un escritor muy limitado. Su temática es muy reducida: amor-sexo y soledad-pérdida-muerte. Cierto que se trata de grandes temas, sobre los que se pueden decir muchísimas cosas durante horas y sin repetirse nunca. Pero no es el caso de Brandon, que tiende a repetirse y lo que al principio entusiasma, porque suena fresco y original, a la quincuagésima página fatiga. Es como tratar de matar la sed una tarde de verano a base de beberse coca-colas.
Sus relatos poéticos carecen de profundidad y los personajes a fuerza de ser planos, son casi inexistentes. Son relatos que se estructuran en torno a una o dos imágenes muy conseguidas, pero que no dan más de sí.
Después de tantos capones, sí que hay algo positivo que puedo decir de él. Tiene un genio extraordinario para la creación de imágenes novedosas y la invención de paradojas. “No hay nadie más despierto que una persona con sueño(s)”. “Todo escritor/a tiene el derecho de poner por los suelos a su ex novia/o. Pero también tiene la obligación de hacerlo bonito”. “Si no te va el sado, tampoco puedes amar hasta que duela”. “No me he olvidado de cómo maquillabas mis feos con tu mirada; de cómo guardabas los secretos en el baúl de los «estoy bien» y los «no pasa nada»”. “A veces caigo en la tentación y vuelvo a creer en Dios”. “Es un hecho. El sol tiene los mismos años que la soledad”. “… la observé a escondidas mientras estaba escribiendo. Fue la primera vez que vi cómo el boli se follaba al papel. Fue la primera vez que deseé que me escribiera”.
Son imágenes hermosas y diferentes, pero les faltan muchas cosas para convertirse en buena literatura. Es como tener a Gregory Peck y a Audrey Hepburn en Roma. El escenario y los actores son maravillosos, pero hace falta a William Wyler para tener el peliculón de “Vacaciones en Roma”. Esos elementos en manos de Brandon a lo mejor todo lo que habrían dado, habría sido un spot publicitario de trajes de novia.
Lo mismo Brandon ha triunfado porque vivimos en una sociedad que no quiere grandes películas, sino spots publicitarios a los que luego pone la etiqueta de “peliculones” como a Brandon le ha puesto la etiqueta de “gran poeta”.
Literatura