Sentir la piel de otros en nuestra piel mediante un trasplante con toda su carga genética debe ser algo fascinante para los estudiosos de la biología y la medicina. Eso es lo que podría suceder a los quemados en la explosión de la refinería de Amuay, situada al noroeste de Venezuela, que van a recibir la piel de argentinos dentro de poco.
Eugenia Sader, Ministra de la Salud, hizo el anuncio de “traer piel de Argentina para los quemados que están en el hospital Coromoto” de Maracaibo, estado Zulia, que es vecino de Falcón, en Punto Fijo, la Península de Paraguaná, donde ocurrió el incendio en los tanques por la fuga de gas que arrasó en horas de la madrugada del sábado 25 de agosto con la más grande refinería de Venezuela y del mundo.
El 10 por ciento de las 520 viviendas construidas alrededor de la refinería quedó totalmente destruido, dicen las autoridades. Hay más de 43 muertes y 17 quemados en el hospital Coromoto de Maracaibo del estado Zulia, al lado del Falcón, en la Península de Paraguaná, al noroeste de Venezuela.
Una delegación de médicos venezolanos ha viajado a Buenos Aires para traer dentro de dos semanas tejido argentino para los quemados venezolanos, dice la ministra Sader sin hacer referencia a que Petróleos de Venezuela, PDVSA, anunció que para los primeros días de septiembre empezaría a funcionar el Primer Banco de Piel de Venezuela en la Unidad de Quemados del Hospital Coromoto de Maracaibo.
Las contradicciones al interior de las instituciones oficiales son el pan nuestro de todos los días. El presidente de la Sociedad Venezolana de Cirugía Plástica, Reconstructiva, estética y Maxifacial, Jesús Pereira, considera que en el caso de” los injertos de piel donados (de Argentina) no están indicados a todos los pacientes”.
Es lógico que tiene que haber compatibilidad en la piel, la sangre y los órganos humanos para los trasplantes, sin hablar de los sentimientos y afectos que van implícitos. Muchos de los pacientes dicen que un minuto de vida con los trasplantes equivale a toda una vida porque la milésima de un tiempo y espacio se valora más que todos los minutos, días, semanas, meses y años que uno haya vivido. Depende de la intensidad de lo vivido y para eso no se ha inventado todavía una máquina que registre las emociones ni grabe los sueños, menos mal, porque es una tarea de la tecnología del futuro.
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