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Blogs De bacterias y batallas por Gonzalo López Sánchez

El porno encoge al cerebro… o no

El porno encoge al cerebro… o no
Gonzalo López Sánchez el

Titulares así invitan a echar un segundo vistazo. Y eso lo sabe cualquiera que se dedique a escribir aunque sea en sus ratos libres. Buena prueba de ellos es que si buscamos en “Google” dos términos, porno y cerebro, se puede conseguir una colección de titulares bomba de lo más original. Y muchos de ellos para hablar de la misma investigación científica. Veamos una muestra, digna de un estudio antropológico:

-Un estudio dice que mirar pornografía puede reducir el tamaño del cerebro.

-¿Se atonta el cerebro por ver porno?

-La pornografía puede dañar el cerebro masculino.

-Ver demasiado porno encoge el cerebro de los hombres y los hace tontos, según un estudio.

-Los hombres que ven mucho porno tienen menos materia gris.

-Ver porno disminuye la materia gris del cerebro.

¿En qué quedamos?

¿Los hombres que tienen mucho porno encogen su materia gris? ¿El porno gris atonta al cerebro masculino pero no al femenino?

Como no lo tenía muy claro, decidí acudir al artículo científico del que hablaban estos titulares. Por desgracia, no se puede acceder al interior de la publicación, pero se pueden leer los resultados:

[box] “We found a significant negative association between reported pornography hours per week and gray matter volume in the right caudate (P < .001, corrected for multiple comparisons) as well as with functional activity during a sexual cue–reactivity paradigm in the left putamen (P < .001). Functional connectivity of the right caudate to the left dorsolateral prefrontal cortex was negatively associated with hours of pornography consumption”.[/box]

Lo que quiere decir, en español de andar por casa, que encontraron una correlación negativa entre las horas que se pasa un hombre viendo porno y el tamaño de una región de su cerebro que se llama cuerpo estriado. O sea, que a más horas viendo porno, hay una tendencia de que esa región sea más pequeña. Además, observaron cambios en la actividad de esta zona y en su forma de conectarse a otras.

¿Entonces, de dónde vienen esos titulares? ¡De la materia gris, eso seguro!

Decidí comentárselo a José Antonio Esteban García, un investigador del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO) que trabaja en el área de neurobiología, y más concretamente en el campo de la memoria y el alzhéimer. Y ya de paso aproveché para preguntarle acerca de si estos cambios de tamaño del cerebro son frecuentes y qué tipo de cosas cambian por ahí arriba a medida que le damos al coco. Y sin más, os dejo con él.

El equipo de Jose Antonio Esteban (en el centro) FOTO: CBM

 P. ¿Se puede decir que ver pornografía encoge el cerebro?

R. Los investigadores de este trabajo son mucho más cuidadosos que esos titulares tan descabellados. Hay que reconocer que presentan una correlación, y eso no es lo mismo que una cosa sea causa de la otra. Ellos han seleccionado a un grupo de personas que consume más pornografía que la media y han encontrado que una zona muy concreta se reduce en tamaño.

P. ¿Qué funciones desempeñan el cuerpo estriado?

R. Es una región muy bien conocida, muy importante para actividades relacionadas con recompensas. Interviene en respuestas relacionadas con el placer, como el que se produce al comer o tener sexo, o con el consumo de drogas. Se puede decir que su función es motivarnos para que hagamos ciertas cosas. En un sentido evolutivo, nos premia cuando hacemos cosas que nos vienen bien.

Y en el caso de las adicciones, este sistema comienza a actuar bajo el influjo de neurotransmisores exógenos (exteriores) en lugar de los endógenos (producidos en el organismo). Eso puede provocar una respuesta exagerada o una adicción.

 P. ¿El tamaño importa, en relación con estructuras cerebrales?

R. Los cambios de tamaño de una estructura no significa que no funcionen, o que se atrofien. Cuanto mejores nos volvemos al realizar una tarea concreta, en general necesitamos menos activación del cerebro. Se refuerzan conexiones útiles y se puede decir que te basta con ellas. Además, el cerebro está cambiando continuamente. Es tremendamente plástico. Cambia después de tener sexo, después de una lección de geografía.

El tamaño es importante para hacer cosas complejas, por ejemplo una mosca no puede resolver una ecuación, entre otras cosas porque tiene un cerebro minúsculo y no tiene espacio, pero una vez satisfecho eso, lo que realmente importa es la conectividad, la función de las células cerebrales. De hecho, las células de la glía tienen mucho que ver esto. Son las células cerebrales mayoritarias. Y no solo dan apoyo, como se creía hasta hace poco. También modulan la conectividad.

P. ¿De qué depende esa plasticidad, o ese conjunto de cambios en la conectividad entre las neuronas?

R. Hay muchos mecanismos implicados en la plasticidad y muchos grupos de investigación están trabajando en ello. Se basan en mecanismos a escala molecular. Las células reciben señales en forma de neurotransmisores y generan unas reacciones en cascada que provocan otras consecuencias. Al final cada neurona integra la información que recibe (“input”) y produce una respuesta (“output”), como si fuera un pequeño ordenador. Hay que tener en cuenta que generar nuevas conexiones entre neuronas no siempre es bueno, ni destruirlas tampoco.

Una neurona individual recibe 10.000 “inputs” distintos. En función de lo que le llega genera o no genera un potencial de acciónimpulso eléctrico para comunicarse con otras neuronas. Y teniendo en cuenta que hay miles de millones de neuronas, obtenemos una capacidad combinatorial tremenda. 

P. ¿Existe una adicción al porno?

R. Al hablar de la adicción al sexo y a la pornografía no se puede hablar de una enfermedad, al menos desde el punto de vista neuroquímico. Es decir, no hay una patología en el cerebro, aunque se repitan ciertos comportamientos.

P. ¿Por qué disminuye la satisfacción a medida que se repite un estímulo placentero? Por ejemplo a medida que se dan bocados a una hamburguesa no nos sabe tan deliciosa como al principio…

R. Esto tiene un sentido fisiológico. Un estímulo repetido pierde sentido e información poco a poco. Esto se está estudiando y no es trivial, es una manifestación más de la plasticidad.

P. De la correlación a la relación de causa-efecto hay un trecho… ¿Qué valor hay que darle a las correlaciones?

R. En este estudio los científicos son muy cautos y no hablan de causa-efecto. Hay muchas cosas que pueden producir este efecto. Los individuos estudiados pueden mentir. Quizás los que consumen mucha pornografía también pasan mucho tiempo delante de un ordenador o delante de un televisor y por eso su cuerpo estriado es más pequeño. Pero es muy difícil demostrar las relaciones causa efecto, en este caso puede que la reducción del tamaño, tal como dicen los propios investigadores, sea la causa o la consecuencia.

Además, han hallado una correlación estadísticamente significativa, pero los 64 individuos en los que se han basado son muy pocos. Hay una probabilidad muy baja de que esta correlación se deba al azar, pero no es nula.

Y por último, estudiar relaciones causa-efecto en humano es dificilísimo. Hay un número muy limitado de experimentos que se puedan hacer con personas, por razones éticas.

P. ¿A qué se dedica su grupo de investigación?

R. Estudiamos los mecanismos de memoria, a nivel celular. Y también algunos efectos del alzhéimer.

P. Y una curiosidad… ¿Por qué a veces hay que hacer esfuerzos para recordar algo?

R. Porque entran en juego dos circuitos de memoria, uno que depende de la capacidad de almacenar algo y otro de la capacidad de recuperarlo. Cuando no te acuerdas de un nombre que tienes en la punta de la lengua, se ponen en marcha los mecanismos de recuperación. Intentan pasarla al circuito de información consciente, que es distinto al de donde está almacenada.

Y por ejemplo, es mucho más fácil recordar cosas que tienen carga emocional o que significan algo para ti. Los recuerdos que implican experiencias asociadas (olores, sabores, imágenes) son más fáciles de retener, porque varios circuitos convergen.

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