Esta semana, con Raquel Sáez, hablamos de Antonello di Giovanni d’Antonio, conocido como Antonello da Messina.
Se le ha denominado como el primer maestro verdaderamente europeo, combinando las tendencias del norte y del sur. La facilidad en asimilar la técnica del óleo empleada por los flamencos y el manejo de la perspectiva matemática, aportación italiana a la pintura, hace que, al igual que su ciudad natal, su pintura encarne un cruce de tendencias estilísticas.
Su formación en Nápoles junto a Colantonio fue clave. Tanto la dinastía de Anjou como la de Aragón sentaron las bases para el florecimiento cultural de la capital del reino. Alfonso de Aragón reunió una de las colecciones más importantes de pintores flamencos que sin duda, ambos conocieron.
Su buen talento y sagacidad le llevará a otros destinos, con el objetivo de sumarse al espíritu humanista: acercarse al estudio de la realidad mediante el intelecto, es decir, explorar el fenómeno físico visible; en el caso de la pintura, se concibe como una dimensión donde se narra una acción, y así hará, hasta llevarlo a lo más excelso.
Los círculos humanistas del siglo XV le elogiaban por su extraña habilidad para crear figuras tan bien que parecían «vivas» y «faltaba solo un alma». Ya sean personajes religiosos o retratos, nos llevan más allá de un instante cotidiano, es más, nos invitan a esbozar esa mueca como símbolo de empatía, de complicidad… ¿Acaso la pintura hubiera podido soñar con mayor trascendencia?
Artistas
