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Padres comprensivos, hijos agradecidos

Padres comprensivos, hijos agradecidos
Pilar Quijada el

Sandra Serrano

Falta poco para comenzar los XXVI Juegos Deportivosde Escuelas Católicas de Madrid (ECM) y los grandes protagonistas de la competición, los niños, comienzan sus primeros entrenamientos.

Hace años era difícil ver a padres y madres en los campos de juego acompañando a sus hijos por diversas eventualidades ya fuesen laborales o sociales; sin embargo, actualmente, esta situación a dado un giro sustancial cobrando gran protagonismo en la vida familiar, se ha convertido en un hábito de fin de semana. Esta nueva realidad genera, en determinados casos, una sensación de angustia constante en el escolar porque el progenitor/a o familiar acompañante no es consciente de la verdadera necesidad del niño cuando juega: divertirse, aprender y relacionarse con sus iguales lejos del resultado final, en la mayoría de los casos, lo importante es habérselo pasado mejor o peor.

Las razones por las que los padres pierden los papeles pueden tener distintos orígenes, desde esperar a que sus hijos sean grandes estrellas hasta proyectar en ellos la vida que no pudieron desarrollar. Algunos padres, desean el éxito de sus hijos como si fuese el suyo propio con el objetivo de presumir y alardear delante de otros adultos; otros, simplemente, no tienen autocontrol sea cual sea la situación porque las consecuencias de sus actos no tienen importancia debido a la falta de valores o al exceso de mala educación.

Por ello, los padres o familiares acompañantes no deberían olvidar la opinión del Barón Pierre de Cubertin, respecto a la práctica físico-deportiva “lo más importante del deporte no es ganar, sino participar, porque lo esencial en la vida no es el éxito, sino esforzarse por conseguirlo”, sí el fin de acompañar a sus hijos esel de actuar como trampolines para impulsar su autoestima, afán de superación y seguridad en sí mismos, en lugar de convertirse en auténticos obstáculos en el camino. Es necesaria una reflexión sobre el tipo de modelo de conducta que usted, como padre o madre o familiar, quiere ofrecer al niño, está en juego la continuidad o el abandono de la actividad, más tarde o más temprano, debido a la presión, la vergüenza o la decepción.

La figura del acompañante será un sostén incondicional para el joven deportista si antes de saltar al campo se siente animado; si durante el juego escucha palabras motivadoras, de aliento y de superación; si ve cómo también apoyan a sus compañeros, respetan a su entrenador y a la figura arbitral, aunque se equivoque, como persona humana que es; y si al finalizar el partido, independientemente del resultado, es felicitado y respaldado. Por consiguiente, es decisión del adulto sumar o restar en la experiencia deportiva del menor, disfrutar del viaje dejando a un lado el resultado final del partido o poner por delante un marcador que hará sombra a los deseos y las alegrías del principal interesado.

La diversión del niño debería ser la regla universal, la regla de oro en el reglamento de cómo ser un público constructivo y la única exenta de diversas interpretaciones, sencilla, práctica y con un mensaje básico “el juego es al niño como la sed al sediento”.

Menos mal que al término de estas líneas me doy cuenta de que he generalizado. Afortunadamente, en los Juegos Deportivos de ECM estos casos son aislados; sin embargo, no está de más alertar sobre este tipo de situaciones con el firme y sano propósito de evitar su proliferación para que no se conviertan en una tónica general.

 

Vestuario
Pilar Quijada el

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