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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Winnie The Pooh, última víctima de la censura china

Pablo M. Díez el
La última víctima de la censura china en internet no es un disidente reclamando democracia, ni un abogado defensor de los derechos humanos, ni un monje budista pidiendo la independencia del Tíbet o un uigur la de Xinjiang. El último “elemento subversivo” prohibido por el autoritario régimen de Pekín es Winnie The Pooh, el tierno pero simplón osito de dibujos animados que hace las delicias de los niños de todo el mundo.
Tras este paseo de Xi Jinping con Obama en 2013, se le empezó a comparar con Winnie The Pooh.
Quizás debido a su ingenuidad infantil, el pobre ha caído en la última redada virtual de los censores chinos, ya que muchos internautas lo comparan aquí con el presidente del país, Xi Jinping. Una broma que no iría más allá en cualquier democracia, pero que una dictadura como China no está dispuesta a tolerar. Y más en estos días, en los que la censura ha hecho horas extra para silenciar la muerte del disidente y Nobel de la Paz Liu Xiaobo. Fulminado por un cáncer de hígado mientras cumplía once años de cárcel por liderar la “Carta 08” por la democracia, su prematuro fallecimiento ha vuelto a costarle al régimen chino una oleada de críticas internacionales por su severísima condena y su negativa a dejarlo salir del país. Aunque las autoridades lo trasladaron de la prisión de Jinzhou, en la región de Liaoning, a un hospital de Shenyang, la capital provincial, no autorizaron su petición de marcharse al extranjero junto a su esposa, la poetisa Liu Xia, quien estaba bajo arresto domiciliario pero pudo acompañarlo en sus últimos días. Haciendo gala de una crueldad extrema, Pekín no le ha permitido ni morir en libertad y sigue intentando borrarlo de la Historia.
Liu Xiaobo, durante una entrevista que me concedió en 2007, en un aniversario de la masacre de Tiananmen.
Para que nadie pueda honrarlo, sus cenizas fueron esparcidas en el mar y su hermano mayor, Liu Xiaoguang, tuvo que comparecer en una rueda de prensa solo para la Prensa extranjera agradeciendo al Partido Comunista y al Gobierno el trato dado al finado. Aunque las autoridades anunciaron que su viuda, Liu Xia, quedaría libre, sus allegados denuncian que ha vuelto a ser confinada bajo arresto domiciliario, lo que le causado una profunda depresión.
Semejante injusticia y falta de humanidad han rebelado a numerosos internautas contra el régimen chino, que trata de silenciar todas estas críticas con su draconiana censura. Para empezar, ha bloqueado las noticias sobre Liu Xiaobo en WeChat, la popular versión china del censurado Twitter. Así lo he comprobado yo mismo en nuestro grupo de amigos, que no hemos recibido los enlaces que nos estábamos mandando sin que se nos notificara que el envío no se había realizado. Aunque WeChat es una empresa privada, tiene que plegarse a las exigencias de la “Gran Muralla Cibernética” que filtra internet en China. Por si a alguno de los amigos del grupo le queda alguna duda, todo indica que las conversaciones a través de WeChat están vigiladas por el régimen. Para escapar de este creciente control, los internautas se han visto obligados a aguzar el ingenio, buscando otros términos o juegos de palabras con el fin de burlar los filtros. Como ya demostró Berlanga con su obra maestra “El verdugo”, la censura se convierte a veces en la musa que inspira la creatividad humana. Tanto que Liu Xiaobo y su esposa, Li Xia, posaron en una de sus últimas fotos con sendas tazas de Winnie The Pooh, subliminal venganza contra el régimen.
En China, las jocosas comparaciones entre Xi Jinping y Winnie The Pooh comenzaron en 2013, tras un paseo con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Sin duda, a los jerarcas del régimen no les hizo la más mínima gracia que los internautas chino vieran similitudes entre “el osito con poco cerebro” y el “Papá Xi”, como lo ha bautizado la propaganda oficial.
Poco después, volvieron los “memes” sobre el presidente chino cuando se encontró con el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, y ambos se dieron un forzado apretón de manos que no pudo disimular sus caras largas.
Durante un desfile militar, Xi Jinping también fue ridiculizado tras pasar revista al Ejército a bordo de un coche con el techo abierto, lo que dio mucho juego a los chistosos que pueblan la Red. Como sus antecesores, Xi Jinping también ha recurrido a la censura sobre internet para acallar estas bromas, que el régimen se toma muy en serio por miedo a que minen su autoridad. Es lo que tienen las dictaduras, donde hasta reírse puede ser un delito.
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