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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Pekín, capital mundial de la contaminación

Pablo M. Díez el

Días grises en Pekín. La capital china va camino de arrebatarle a Londres el título de capital mundial de la niebla. Llevamos varios días sin ver el sol y, en ocasiones, hasta envueltos en una bruma grisácea que oculta los edificios a apenas 50 metros de distancia. La estampa, otoñal, podría parecer idílica si no fuera porque, en realidad, dicha neblina es una espesa capa de contaminación que cubre el cielo y tapa las nubes. Así lo han recordado los alarmantes índices de polución que recoge la Embajada de Estados Unidos, que se han disparado hasta niveles tan peligrosos para la salud que es mejor quedarse en casita y con las ventanas bien cerradas. La niebla ha llegado a ser tan espesa que ha obligado a cerrar seis autopistas y retrasar o cancelar más de 200 vuelos en el aeropuerto de Pekín.

La preocupación ha cundido entre los numerosos chinos y extranjeros que consultan los datos de contaminación de la Embajada americana, a la que dan más crédito que a las autoridades oficiales. Sin ocultar su malestar, el régimen ha vuelto a tirar de la propaganda en los medios estatales para acusar a la legación estadounidense de buscar “promoción a bombo y platillo”. Según los expertos, las discrepancias se deben a que los medidores chinos sólo recogen las partículas contaminante de gran tamaño y no, como hace la Embajada, las pequeñas, que pueden ser resultar más perjudiciales para la salud.

“Estamos respirando veneno”, se quejan los internautas en la Red, que han forzado al Gobierno a prometer que mejorará sus datos sobre la contaminación para que sean más exactos. Curiosamente, las autoridades no han dicho nada nuevo sobre reducir los peligrosos niveles de polución cuando el verdadero problema no es cómo medirlos, sino cómo limpiar la viciada atmósfera china.

El pasado mes de abril, el Ayuntamiento de Pekín lanzó uno de sus habituales planes quinquenales para mejorar el aire eliminando las obsoletas calderas de carbón y retirando hasta 400.000 coches viejos. El objetivo marcado es tener un 80 por ciento de días con buena calidad del aire en la capital china. ¿Pero qué pasa con el 20 por ciento restante?

Como consecuencia del frenético desarrollismo chino, que ha poblado el país de fábricas y obras, por la industrializada costa se ha extendido una apocalíptica capa de contaminación que ha hecho olvidar aquellos lejanos días del pasado en que los cielos eran azules y estaban trufados de nubes blancas. El grave deterioro medioambiental es el alto precio que el gigante asiático está pagando por su progreso y que hipotecará la salud de sus ciudadanos, cada día más ricos, pero también más contaminados.

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