Si hay una realidad que he aprendido en estos últimos años como emprendedor, es que la innovación, crear una startup, y que sea viable económicamente, se trata de una carrera de fondo, no un sprint. Y con eso me refiero a que la idea del millón de dólares no existe, más que en la literatura.
Para los que no estén familiarizados con la terminología, la diferencia entre una PYME y una startup, está en el componente de innovación e incertidumbre. Mientras una startup es disruptiva, la PYME replica un modelo ya existente.
Hay una razón por la que todos creemos erróneamente que una startup es como la lotería, es decir, que con la combinación correcta, te conviertes, de la noche a la mañana, en millonario. En parte, es el sesgo de la prensa que generalmente se sitúa siempre en los extremos que pueden ser susceptibles de convertirse en noticia. O lo que es lo mismo, vemos en los medios sólo los éxitos casi “milagrosos” que son prácticamente la excepción, aquellos que, con prácticamente dos golpes de teclado se hacen ricos. Pero, así, se escapan miles de startups que con sacrificio y constancia se hacen un hueco de una manera mucho menos llamativa, con la metodología de toda la vida, trabajando. Pero me imagino que eso no es noticia. Dudo mucho que jamás vea el titular “Trabajó durante cinco años para que su startup fuera rentable”, aunque ésto sea lo más común.
Siempre se dice que la historia la escriben los vencedores. Con las startups ocurre lo mismo, así vemos el mundo emprendedor desde el punto de vista de aquellos que tuvieron ese éxito repentino.
Claro, luego ves la película de Facebook y piensas que todas las startups de internet se “forran” en cuestión de días, tan sólo con una buena idea. Pero la realidad no es así, es, incluso más sencillo que te toque el gordo de navidad. Aún y todo todos tenemos la ilusión de que ejercemos más control sobre nuestra idea, que sobre unos números de la ONCE.
Después, la gente se extraña de que pasen los años y sigas sin tener una mansión en Silicon Valley, debe de ser que tu idea no era tan buena como parecía en un principio. Pero amigos, el camino de la innovación, no es fácil, ni corto, sino trabajo, y constancia. Aunque sea menos romántico que decir, que su idea valía millones. Ideas tenemos todos, sacarlas adelante es otra cosa.
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