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El León contra la jauría

El León contra la jauría
Agustín Ramón Rodríguez González el

Un gran capítulo de la “Leyenda Negra” española se refiere a la Historia Naval, y dentro de ella muy específicamente a la que tuvo lugar entre fines del siglo XVI y la primera mitad del XVII. Según parece haberse asentado, los marinos españoles, sus barcos y cañones, sus tácticas y estrategias, eran casi por completo ineficaces, siendo derrotados regularmente por sus enemigos, pese a su menor número, mucho más hábiles y adelantados en todos los aspectos.

Pero los hechos constatados desmienten rotundamente esta muy interesada y parcial visión de los que entonces fueron sus enemigos, como intentamos analizar en nuestro último trabajo, titulado: “El León contra la jauría: campañas y batallas navales españolas”, tomo I (1621-1640) que acaba de publicar la editorial Salamina, y que se prolongará con un segundo tomo hasta 1659.

Vaya por delante que en esos años, la monarquía española luchó contra toda clase de enemigos, desde el Imperio Otomano a los corsarios berberiscos, desde Inglaterra y Francia a los rebeldes holandeses, desde los piratas chinos, japoneses y filipinos a los buques suecos, desde la enemiga de Venecia a la problemática unión con Portugal. Y pese a todo, e incluso al final del reinado de Carlos II en 1700, las pérdidas territoriales del que siguió siendo el mayor imperio oceánico del mundo fueron muy limitadas, y seguía existiendo un Flandes español y media Italia era dominio español. Y ello pese a luchar literalmente contra todo el mundo durante 150 años, contra enemigos tan distintos como peligrosos, tanto aliados entre sí como actuando a modo de relevos, cuando los zarpazos del león dejaban malparado a cualquiera de ellos, lo que sucedió en muchas mas ocasiones de las que normalmente se recuerdan.

Desastre angloholandés en Cádiz, 1625. Oleo de Zurbarán, Museo del Prado.

Creemos que nunca en la Historia potencia naval alguna ha tenido que hacer frente a tales desafíos y durante más de 150 años y salir tan relativamente bien librada, lo que debería llamar la atención a tan severos críticos. Sin contar con el posterior renacimiento naval español en el siglo XVIII, otro hecho poco común en la historia de las potencias.

Y sin olvidar que la lucha fue igualmente dura por tierra, y hasta más costosa, lo que privó a la guerra naval de importantes recursos, pues se siguió dando preferencia a los frentes terrestres.

Por otro lado conviene recordar que en la historia las guerras, y mas si son tan largas como la que estudiamos, se deciden más por la capacidad de reponer las inevitables pérdidas e incluso aumentar tus fuerzas que por los triunfos obtenidos, y en ese sentido la monarquía hispana tenía el hándicap de su menor demografía, de la crisis agraria y de las pestes del siglo XVII, y de la letal influencia de la inflación monetaria que llevó a la ruina a las arcas reales e hizo inviables hasta la desaparición a muchos astilleros y fábricas de armas, a los que no se podía pagar debidamente. Sin olvidar la decisiva influencia de las separaciones de Cataluña y de Portugal en 1640 que no solo abrieron nuevos frentes de lucha, sino que restaron recursos muy necesarios para ella.

Finalmente el poner de manifiesto que, pese a a tópicos no por repetidos más exactos, fue Holanda y no Inglaterra el poder naval emergente tras la dura contienda, aunque su victoria fue efímera, al ser atacada casi inmediatamente por sus antiguos aliados: Francia e Inglaterra, ahora en auge, que no tardaron a su vez en enfrentarse entre sí.

En suma: una nueva versión de una muy larga, interesante, dura y con grandes alternativas lucha de muchos años en los mares que hasta ahora se ha analizado de forma tan simplista como parcial, y que no condujo, como se supone, a un aplastamiento de los vencidos, sino solo a una derrota parcial, por dolorosa que resultara.

Y recalcamos: si tardó tanto en conseguirse y contra tan abrumadores enemigos, no fue con toda seguridad porque los marinos de la monarquía hispana dejaran que desear en ningún sentido, sino por la escasez de recursos y el enorme desgaste de la lucha.

Tampoco faltaron avances en el diseño de los buques, como prueba la invención española de un nuevo tipo de buque, la fragata, que probó ser un formidable corsario contra los mercantes enemigos, tanto ingleses como holandeses, o la construcción de los primeros galeones de tres puentes, o la renovación táctica con el uso normal de la línea de batalla mucho antes de que otros se la atribuyeran. Como afirmara un almirante español de la época: “Si tuviéramos iguales medios, de rodillas vendrían a pedirnos la paz”.

Buques españoles de la Armada de Dunquerque. Museo Naval de Madrid.

Índice del libro:

Introducción

Capítulo I. El mito de la decisiva victoria de 1588.

Capítulo II. La derrota de Inglaterra (1589-1604)

Capítulo III. La ofensiva holandesa (1598-1609)

Capítulo IV. Una tregua precaria y parcial (1609-1621)

Capítulo V. De nuevo la guerra (1621-1624)

Capítulo VI. La recuperación de Bahía en 1625.

Capítulo VII. Perú, Guinea y Puerto Rico.

Capítulo VIII. Desastre angloholandés en Cádiz.

Capítulo IX. El colofón del “annus mirabilis”

Capítulo X. Del desastre de Matanzas a la lucha por el Caribe.

Capítulo XI. Brasil: de los Abrojos a la expedición de Hoces.

Capítulo XII. Francia vuelve a la guerra.

Capítulo XIII. El apogeo de la Armada de Flandes.

Capítulo XIV. De los combates de Cabañas al de Guetaria.

Capítulo XV. La campaña de Las Dunas.

Capítulo XVI. Brasil, el Índico y el Pacífico.

Conclusiones

Apéndices.

Bibliografía

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