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La historia que inspiró a Robinson Crusoe, española. Pedro Serrano, 1526.

La historia que inspiró a Robinson Crusoe, española. Pedro Serrano, 1526.
Javier Noriega el

«La vida e increíbles aventuras de Robinson Crusoe, de York, marinero, quien vivió veintiocho años completamente solo en una isla deshabitada en las costas de América, cerca de la desembocadura del gran río Orinoco; habiendo sido arrastrado a la orilla tras un naufragio, en el cual todos los hombres murieron menos él. Con una explicación de cómo al final fue insólitamente liberado por piratas. Escrito por él mismo».

Robinson Crusoe. Daniel Defoe.

“El hacerse  pedazos el navío, dando en alguna roca, o encallando en el arena, de modo que se abre  y desbarata…y lo mismo es ser hundida con las olas”

Diccionario de Covarrubias

A Pedro Serrano le cupo en suerte perderse en ellos y llegar nadando a la isla, donde se halló desconsoladísimo, porque no halló en ella agua ni leña ni aun yerba que poder pacer, ni otra cosa alguna con que entretener la vida mientras pasase algún navío que de allí lo sacase, para que no pereciese de hambre y de sed, que le parecían muerte más cruel que haber muerto ahogado, porque es más breve. Así pasó la primera noche llorando su desventura, tan afligido como se puede imaginar que estaría un hombre puesto en tal extremo.

Garcilaso de la Vega. Siglo XVI

Al pensar en un naufragio pueden sobrevenir diversas ideas a nuestra mente; Robinson Crusoe o la película de Tom Hamks “naúfragos”, fijo . Para los arqueólogos e historiadores naúticos, los naufragios están repletos de connotaciones y hechos que nos demuestran que la historia se repite una y otra vez; es lo que tiene navegar. Las redes marítimas se amplían a lo largo de la modernidad, en una España cuya savia viajaba y regresaba, por esas nuevas rutas en paralelo el desarrollo como nación y al cambio de era como nos preconiza John Elliott. Junto a este cambio en los tiempos, en la geografía y en las artes, a los protagonistas de ese giro “científico y geopolítico mundial” que lídera España, a sus principales actores se les hundían irremediablemente los barcos aquí y allí. Y junto a los impresionantes descubrimientos, irremediablemente íbamos dejando un reguero de naúfragos. Emprendedores de la historia que morirían o intentarían sobrevir aquí y allí, desde el Caribe a Filipinas, de norte a sur. Naúfragos en lugares siempre exóticos, distantes y desconocidos.

Tres siglos de trasiegos de barcos hispanos por todos los rincones del mundo, dan para mucho. La presente historia, trata de recordarles. En esta ocasión, la desconocida fábula del naúfrago Pedro Serrano merece ser contada y nos sirve a las mil maravillas para ello. Si bien ha pasado a la historia el naúfrago universal del señor Defoe, que por cierto tiene una biografía apasionante, la del marino de la nao de Pedro Cifuentes es casi desconocida. Si bien su historia ha sido divulgada para nuestro deleite por varios autores; en especial la del gran historiador Cesáreo Fernández Duro, que precisamente su”relación del naufragio de maestre Juan, ocurrido en 1528″, inspira el siguiente post de espejo de navegantes…

La novela de Robisnon Crusoe supuso la mitifcación del naúfrago en una época de expansión de las potencias Europeas en el mundo. El mundo británico se despertaba con nuevas historias y relatos de lugares lejanos. Dos siglos antes, las mismas rutas marítimas fueron dibujadas y sufridas por los marinos hispanos. En esta ocasión portada de “Robinson Crusoe” publicada en Londres, en el año de 1719.

 

Como no. No podía ser de otra forma. Resulta que la conocídisima historia que escribio Defoe, sobre el naúfrago más ilustre universalmente tuvo unos antecedentes previos en la figura de un capitán de navío castellano y Español llamado Pedro Serrano. La cronología manda y está se produjo en 1528, precisamente 189 años antes de la publicación de Defoe en 1719, que por cierto, es un escritor de lo más interesante. The Fortunes and Misfortunes of the Famous Moll Flanders, más conocida simplemente como Moll Flanders, uno de sus principales títulos.  Novela picaresca narrada en primera persona que trata acerca de la caída y de la eventual redención de una mujer solitaria en el siglo XVII en Inglaterra, así como, un viaje por toda la “Isla de Gran Bretaña ,”A tour to the Whole Island of Great Britain”, junto a la conocídisima “Robinson Crusoe”, son el reflejo de buena parte de su obra.

Da Foe y la vida de un escritor prolífico e interesante. En esta ocasión en una plaza pública británica, sufriendo la mofa pública por deudas.

Defoe tenía interesantes registros, su vida es cuando poco atractivísima, para un lector del 2016 en plena canícula de verano. Entre otras cuestiones ostentó la experiencia que iba de empresario arruinado, a seminarista o incluso espía. En  septiembre de 1706, Harley lo mandaba a Edimburgo como agente secreto. Gracias a libros tales como, “las cartas de Daniel Defoe”, (editado por G. H. Healy, Oxford 1955), que se dispusieron para la lectura, se ha podido saber mucho más acerca de sus actividades como agente secreto. Y de ahí, algunas de las historias más complejas e increíbles del periodismo y la literatura, muchas de ellas inspiradas en sucesos reales. Se le considera también el precursor de la prensa en inglaterra con su obra “the storm”, la descripción pura y dura de una gran tormenta que dío al traste con media Gran Bretaña. Daniel Defoe, falleció en 1731, malviviendo en la clandestinidad y huyendo de sus acreedores. Su vida dió para mucho, para conocer esa faceta pícara del ser humano en aquellas urbes que crecían paralelas al resurgir de las naciones en el XVIII. También le dió para viajar y conocer España. Visitar con el pretexto de vender vinos, que mejor tierra que esa Cádiz marinera y vinícola, para así conocer las historias de naúfragos que jalonan el litoral español, un litoral lleno de hundimientos y relatos…

 

Cuestión de naúfragos

Emilio Salgari, que ya escribió novelas de aventuras ambientadas en los más variados lugares, desde Malasia, a la selva de la India pasando por los mares árticos; en su libro La Capitana del Yucatán, ya recogía las peripecias de un naúfrago Español llamado Pedro Serrano, al que describe como un valiente marinero. Su historia y paradero se remontaba a mediados del siglo XVI. El italiano estaba al corriente de las fuentes más antiguas para narrar sus historias y valoraba los relatos de los marinos y de los naúfragos de un Imperio, el Español, al que en el XIX le disponían velos los nuevos señores del mundo, que decían descubrir a ritmo de Cook. Nuevos territorios en los confines australes, cuando dos siglos antes, ya pasaron por allí las velas hispanas, los cascos de madera de sus naves y los dibujantes del mundo que se embarcaban a bordo. El veronés escribía esto al albor del siglo XX,  pero no era algo nuevo esto de los naufragios en un imperio que se extendía por todo el mundo. En 1588 las peripecias de un naúfrago, llamado Francisco de Cuéllar y su periplo para salvar la vida tras los hundimientos de la Gran Armada fue célebre. El como escapa de aquella tragedia que vivió en sus propias carnes y que pudo contemplar con sus propios ojos, es de guión de película o de novela. Esos siglos XVI y XVIII Españoles dan para mil historias de naúfragos y las tenemos ahí. Naúfragos y luego cautivos en las tierras de Orán, con un mediterráneo repelto de relatos en la berberia. Naúfragos en las expediciones que los reyes hispanos hacían a los confines del mundo para explorar y dibujar sus contornos. Desde las lejanas Salomón a las Américas, pasando incluso por la propia tierra de fuego como ya hemos dicho. La de Valdivia en 1510, por narrar un naufragio al azar entre miles, elegida como veremos por ocurrir muy cerca de la historia de nuestro Serrano. Bartolome de las Casas nos cuenta a las mil maravillas lo acaecido; “Porque embarcado Valdivia en la misma carabela en que había venido e ido, se hundió con su oro y con sus naves en unos bajos o peñas que están cerca o junto a la Isla de Jamaica, que se llaman las Víboras”. Y del Mediterráneo conocido, a los expedicionarios a los viajes de ida y venida por las rutas comerciales a lo largo de los siglos. Miles de naúfragos hispanos por aquellas fechas, aquí y allá ¿como no podían servir de sustrato para novelas e historias en aquella época en la que los oceános eran lagos Españoles?. Hasta los naúfragos que han pasado a la historia, dejaron de ser tal, precisamente a estos, que pioneros y sin saber que existiría más allá, a aquellos que navegaron por primera vez, junto a los portugueses, por los nuevos confines del mundo, pasarían con el tiempo al olvido. Pues  no, aquellos valiente marinos  navegaron, conquistaron y también…naufragaron.

Pero los naufragios no son solo cosa de la antigüedad, curiosamente en todos se repiten los mismo patrones. El hombre o la mujer naúfragos ante la inmesidad de la naturaleza parecería que pasan por los mismos estadíos. Pérdidos y sólos. Parece que algunas historias no cambian desde hace siglos.  Marilyn y Maurice Bailey, permanecieron “117 días a la deriva”, cuyo libro es de lo más recomendable,  y esto es de lo más reciente, en 1973, esta pareja británica se embarcó en un yate en Southampton, Inglaterra, con destino a Nueva Zelanda. En plena ruta serían embestidos por una ballena, obligándolos a utilizar un pequeño bote inflable. Su principal fuente de alimento fueron peces voladores que, al saltar, caían al interior de la pequeña lancha. Alvarenga, al cual pude escuchar con mis propios oídos en una entrevista, fue rescatado en la costa de las islas Marshall tras pasar, según afirma, 13 meses a la deriva en el Océano Pacífico, comiendo peces y tortugas y bebiendo agua de lluvia…pero volvamos al capitán Serrano.

La tragedia de Serrano

Fotografía del satélite del Arenal Serrana formado por los seis cayos. Importante zona de naufragios en ruta comercial hispana de la época. Los bajos y los accidentes de navegación imprtaban y mucho a los mareantes. Serrano de hecho detalló a su vuelta de su naufragio a los responsables de la casa de contratación de Sevilla, donde se encontraban aquellos bajíos y bancos de arena donde pasó ocho años de vida confinado.

Resulta que releyendo en estos días de finales de Julio al historiador naval, Cesáreo Fernandez Duro, nos encontramos con un naufragio acaecido precisamente en el último sabado del presente mes, menuda coincidencia temporal. Justo estas mismas fechas en las que nos encontramos, la muerte y la soledad sería la principal compañera de Serrano durante años…esta historia teníamos que compartirla con los lectores de espejo de navegantes, no había otra. Transcribimos casi al detalle el relato que tanto Cesareo, como sus fuentes históricas, (en este caso nada más y nada menos que el gran Garcilaso de la Vega), nos brindan, y que ahora, casi varios siglos después siguen tenido una vigencia casi actual. Véamos que le ocurrió al bueno de Pedro:

“Salí de Santo Domingo sábado vispera de Ramos del año 1528 en la nao de Pedro Cifuentes, de que era maestre o piloto un fulano por sobrenombre Portugalete. Seguíamos nuestro viaje para el pueblo de Higüey a cargar bastimentos para la fortaleza. En la isla de Santa Cruz (a la cual iba para abastecerse de agua), salieron a por nosotros dos canoas de guerra con 60 indios poco más o menos en cada una de las canoas con sus arcos y sus flechas; y por respeto, que aquellos indios tienen muy ponzoñosa yerba, nos hicimos vuelta a la mar…A cabo de cinco días llegamos a la isla de Piritu, que están a 30 leguas a sotavento de las Perlas (de que islas del Caribe se referíria realmente) y nuestro piloto no pudo reconocer la tierra…Tornamos a tomar la tierra firme en un puerto en que estaba un pueblo de indios en guerra, y estábamos metidos en un ancón, donde estuvimos toda una noche; y otro día amaneciendo salieron a nosotros 11 canoas de guerra con sus arcos y sus fechas enhebradas y abordaron con el navío pidiéndonos hachas; y un homre de nosotros que se llamaba Bautista Genovés, pensando que eran de paz se metió en una canoa, y ellos, visto el dicho Bautista en sus canoas se desbordaron e se hicieron brevemente a lo largo de nosotros hacia la tierra, e yo tomé un arcabuz y le henchí de pedernales, e tiréles un tiro depúes de ellos habernos tirado muchas flechas, y maté al principal de los indios, y ellos con el temor del tiro se echaron al agua parte de ellos: los unos nadando y los otros con canoa. Hasta hoy del dicho Bautista no se ha sabido nada. De alli nos partimos…”

 

“En medio del golfo, un sábado en la noche o media noche, diónos un temporal que nos llevó ambos los mástiles de la nao con todas las velas a la mar, y el navío se abrió de manera que mucha agua entraba en él; corrrimos a popa, para donde los vientos y la mar nos llevaban, y al cabo de seis días, miércoles en la noche, dimos en el bajo de la Serrana , sin entones haber abonanzado aquella tempestad , y no víamos la isla por ser tan chica, y estando ansí el navío haciéndose pedazos bajo el agua, vimos blanquear el arena.Del navío no se pudo sacar sino la pólvora que digo y el eslabón, y por falta de pedernal, que no le pude sacar, comimos casi dos meses carne cruda y bebimos sangre de lobos marinos y cuervos que a la isla venían”.

Como decíamos con anterioridad, los naufragios, sean de la época que sean, enfrentan a la soledad, al  naúfrago y su aventura con el entorno hostil que les rodea. Si nos damos cuenta, buena parte de las peripecias que vive Serrano, en buena medida, son las que acompañan al propio Robinson Crusoe. Veamos cómo se las ingeniaba el marino de York;

Después de consolarme un poco, con lo poco que tenía para consolarme en mi situación, empecé a mirar a mi alrededor para ver en qué clase de sitio me encontraba y qué debía hacer. Muy pronto, la sensación de alivio se desvaneció y comprendí que me había salvado para mi mal, pues estaba empapado y no tenía ropas para cambiarme, no tenía nada que comer o beber para reponerme, ni tenía alternativa que no fuese morir de hambre o devorado por las bestias salvajes. Peor aún, tampoco tenía ningún arma para cazar o matar algún animal para mi sustento, ni para defenderme de cualquier criatura que quisiera matarme para el suyo. En suma, no tenía nada más que un cuchillo, una pipa y un poco de tabaco en una caja…“.

Y con ese mismo ánimo de superación y de “consuelo”, dos siglos antes, y no en una novela de ficción, sino en un hecho real, Serrano trataba, al igual que Robinson de sobreponerse y superar el destino que le arrojaba a aquella lejana playa olvidada en el mundo.

“Llorando su desventura, tan afligido como se puede imaginar que estaría un hombre puesto en tal extremo. Pero al día siguiente se rehizo y comenzó a buscar la forma de sobrevivir . Luego que amaneció, volvió a pasear la isla; halló algún marisco que salía de la mar, como son cangrejos, camarones y otras sabandijas, de las cuales cogió las que pudo y se las comió crudas porque no había candela donde asarlas o cocerlas.”

Y con esas siguieron su historia. “Visto por algunos que aquella vista era estéril, como vuestra merced aquí verá, determinaron hacer una balsa y lo hicimos todos de algunos maderos que la mar había traído a la isla, y atados con cueros de lobos, se metieron tres, y quedamos tres, dos hombres y un mozo. Al cabo de cuatro días que los de la balsa partieron, (¿Qué sería de ellos?), el uno de los tres que quedamos, que se llamaba Moreno de Málaga, visto no haber agua ni lumbre, y era por el mes de Agosto, se empezó a comer por los brazos, y de algunos bocados que se dio murió como rabiando. Yo, viendo que los compañeros eran partidos y el otro muerto, y que sólo el muchacho me quedaba por compañero, (a este propósito, según el Inca Garcilaso, la fuente histórica que nos narraba el hecho, se salvó solo en una isla y así permaneció años, hasta que otro naúfrago pudo igualmente salvarse alli) acordé de buscar algún remedio como pudiera sustentarme, y comencé con huesos de tortuga a cavar en algunas partes de la isla viendo si habría agua…en todas partes la hallaba tan salda como el agua de la mar…Acordé por si lloviese hacer algunos hoyos en la tarena y cuando fue Dios servido que lloviese, que fue por el mes de Octubre (¡dos meses enteros apenas sin beber¡), cogía en aquellos hoyos agua alguna”…

La imagen de Robinson Crusoe como colono, y como naúfrago en decenas de publicaciones de diferentes idiomas y estilos muestran la aventura de dibujar el mundo.

 

Desde entrado en la isla, estuve dos meses sin fuego, y visto que el invierno venía y que no pudiera sustentarme sin fuego, acordé de hacer una balsa no mayor para que me pudiera sostener, y fui adonde el navío estaba perdido, digo, donde se perdiera, y hice una ancla de una piedra para atar la balas en barza y media de hondura, y chapuzándome algunas veces hallé un guijarro, con el cual hice fuego. (Dicho naufragio aún ha de estar en los bajos de la Serrana, no cabe otra). Y estaba ya tal, que la misericordia de Dios, el fuego me restituyeron la vida, y el muchacho que conmigo estaba tal, que yo de temor que se me muriese y el de verme tal estábamos harto temerosos de perder el uno al otro,, porque en esto estaba cierta la muerte del que quedase vivo.

Después que tuve lumbre, todas las noches hacía fuegos, porque si por allí pasase algún navío nos pudiese ver por las lumbres; y en una isla muy pequeña que es en la que yo estaba, a dos leguas de mí en barlovento, estaban dos hombres de otro navío que se había perdido, los cuales, viendo las lumbres se vinieron en una balsa adonde yo estaba, los cuales estuvieron conmigo cinco años. En este tiempo acordamos de hacer barco con algunos maderos, yo hice con los compañeros una fragua y los fuelles de pieles de lobo, y en la parte donde el navío se perdió, hicé una sierra con algunas cosas de hierro que llevábamos para la iglesia de Cubagua. Nos embarcamos los dichos mis compañeros e yo y el muchacho y nos partimos pensando poder pasar a la vista de Jamaica, e yo, como en la mar me vi que este barco era de pedazos y sin brea, sino untado con unto de lobos tiznado de carbón, pensé luego que era imposible salvarnos en él y hice que arribasen a tierra y salimos uno de los compañeros de la otra isla e yo…

Corrimos todo aquel bajo que son 12 leguas de largo y todo de muy gran bajío, en estos bajos hay 17 islas pequeñas que la mar las baña, si no son a cinco de ellas. Desto he yo dado aviso en Sevilla al piloto mayor de SM porque es muy necesario para la guarda de las naos; é a Francisco Gutierrez que hace las cartas de marear, hele mostrado como podrán pasar si caso confortante…(pero eso sería otra historia, cuando volvería, sigamos con su transcurrir en la isla)…Comíamos de aquellos huevos de tortuga que hallábamos por las islas y lobos marinos, que era el mismo manjar…Nuestro dormir vestido era en los mismos cueros; hicimos una casa cubierta de estos…algunas veces comíamos de los cuervos que venían allí, y cuado no, otras cosas no las había sino unas raíces de yerba que parecía casi verdolagas. A cabo de ocho años…permitió Dios que su misericordia nos socorriese, y un día víspera del Señor San Mateo a hora de medio día, vimos venir una nao o la vela y hicimos una humada…y como los de la nao nos vieron echaron un batel fuera y saltó el maestro y marineros en tierra y tomó con su escribano por testimonio lo que vido. Allí venimos a la Habana, donde quiso nuestro señor que estuviese el adelantado D. Pedro Alvarado, mi señor, el cual vio nuestra manera de atavío; y luego del maestre fue informado de nuestra vida, el cual nos recibió por los suyos y nos proveyó de lo necesario…

La historia del naúfrago Español Pedro Serrano sería muy conocida para la corte que rodeaba a Carlos V. Insistieron en llevarle ante él a Alemania tras sobrevivir a ocho años de penurias en una isla salvaje del Atlántico. lo llevaron con las apariencias “salvajes” con las que vino a Europa…

 

La relación de Serrano no dice más, pero he querido transcribir fiel y detalladamente, tal cual, dejar correr el relato que nos legan las fuentes históricas para deleitarnos directamente con lo que aconteció. Como con palabras del castellano antiguo sintamos, lo que sintió y que posiblemente hiciese, lo que hubiésemos hecho nosotros. Cualquier desdichado que se viera en el 2016, en la tesitura de encontrarse solo en una isla, que digo, atolón estéril, en pleno océano.  Paradójicamente la inexorable tragedia, después de tantos años de supervivencia, comenzó cuando les rescataron. El compañero de Serrano murió en la mar, cuando era transportado a España. Y el pasó a Alemania donde estaba el emperador Carlos V. Llamado a la corte y observado con mucha curiosidad y sobre todo con ánimo, al fin y al cabo se trataba de un cristiano, un Español, que había vivido todo tipo de calamidades en el nuevo mundo y vivía para contarlo. Todo un mensaje para los que querían “hacer las Américas”. Frente a los rumores, ylos hechos, allí estaba Pedro Serrano, con la barba que le llegaba hasta la cintura, vivito y coleando. Exhibido ante el monarca como si se tratase de un prodigio. Serrano se convirtió en un hombre famoso. Él mismo escribió en una viva narración que se conserva en el Archivo de Indias. Después, recompensado por la Corona, marchó hacia El Perú, donde el Emperador le regaló tierras y dineros. Paradojas, como decíamos antes de la vida, moriría en Panamá, Como Drake. Allí terminaría sus días. Así lo cuenta el Inca Garcilaso:

“Algunos señores le dieron ayuda de costas para el camino y la majestad imperial, habiéndole visto y oído, le hizo merced de cuatro mil pesos de renta. Yendo a gozarlos murió en Panamá, que no llegó a verlos.”

Los océanos. Lagos Españoles repletos de naufragios.

Pongámonos en 1526, cuando naufragó Serrano. Los barcos españoles cruzan el mar Caribe en todas direcciones, pero América todavía es un continente mal conocido. Núñez de Balboa ha descubierto el Pacífico en 1513. Cortés conquista México en 1521. Pizarro ha comenzado su expedición al Perú en 1524. En el sur, en lo que hoy es Colombia, acaba de fundarse Santa Marta en ese año de 1526; Cartagena de Indias no nacerá hasta bastante más tarde, en 1533. Los mayores esfuerzos se concentran precisamente en el norte de Colombia, lo que será el virreinato de Nueva Granada. Han de atravesar un mar inseguro: los mapas aún no ha cartografiado más que las costas y unas cuantas rutas seguras; fuera de ellas, acecha el peligro, ese en el que estuvo a punto de perecer Serrano. La siguiente novela de Defoe fue Las aventuras del capitán Singleton (The Life, Adventures). Sin embargo, la escultura que pasará a la historia, inmortalizando a Robinson Crusoe, será la de un marino escocés nacido en los lagos y llamado Alexander Selkirk. Naufragaría unos años antes que Da Foe escribiera su novela y también le sirvió como modelo. Al Fin y al cabo, la historia de Pedro Serrano quedaba ya muy lejos en el tiempo, olvidada por las brumas y por un pueblo, que es muy dado a eso, a olvidar. En un tiempo en donde los Españoles, ya fuesen de Toledo o de Barcelona, de Laredo o de Cádiz, dibujaban y naufragaban en el mundo. Pero a esos ya no les recuerda nadie. Que buena escultura crearía Salvador Amaya, autor del famoso Blas de Lezo de la plaza de Colón o del impresionante Bernardo de Gálvez, con Serrano y su historia. En la punta de cualquier dique de los puertos hispanos que antaño comerciaban con América, allí en su morro, sería un buen recuerdo a aquellos marinos, que en número de miles naufragaron por los siete mares del mundo. Si no recordamos sus historias, ¿quien va a recordarles?.

Escultura en alusión a Robison Crusoe en la isla d Juan Fernñandez en Chile. Abajo, escultura y placa sobre el lugar de nacimiento del marino escocés, Alexander Selkirk, inspiración junto a Serrano para Crusoe.

 

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