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Otro gran triunfo de Blas de Lezo: Orán, 1732-33

Otro gran triunfo de Blas de Lezo: Orán, 1732-33
Agustín Ramón Rodríguez González el

La gran y hasta hace bien poco, casi olvidada figura de Blas de Lezo, ha quedado identificada con la del tan heroico como experto defensor de Cartagena de Indias. Sin embargo, su prodigiosa carrera como marino, recientemente comparada con la del mismo Nelson, y con ventaja para el español, registra otros triunfos anteriores, mas que dignos de ser recordados.

Como es sabido, y debido a la iniciativa del Cardenal Cisneros, la plaza de Orán y su inmediato puerto de Mazalquivir, uno de los mejores del norte de África, fueron tomados por los españoles en 1508. Casi exactamente dos siglos después, todo se perdió durante la Guerra de Sucesión Española, cuando, atacada la plaza por las tropas argelinas, se envió en su socorro a dos galeras españolas, al mando de Luis Fernández de Córdoba, de la misma ciudad, caballero de Alcántara y conde de Santa Cruz de los Manueles, con 57.000 pesos, provisiones y refuerzos de toda clase. Pero, al salir de Cartagena, el conde decidió pasarse a los partidarios del Archiduque de Austria, con los dos buques y el socorro, oponiéndose solamente al hecho los capitanes de las galeras, D. Francisco de Grimau y D. Manuel de Fermoselle, junto con el hermano del primero, D.Manuel de Grimau, veedor, que no pudieron evitar el hecho, condenando así a la abrumada guarnición.

Vea el lector el origen y apellidos de uno y otros, y comprobará hasta que punto aquello fue una guerra civil española, en la que las fidelidades eran mucho más confusas de lo que ciertos deformadores de la Historia pretenden: el partidario del archiduque era cordobés, y los leales a Felipe V procedían de muy distintas tierras…

Consolidada la nueva dinastía en el trono, y reconstruidas las fuerzas navales y militares, se planeó recuperar la importísima plaza y puerto, vitales para controlar la plaga de corsarios que asolaba por entonces nuestro comercio marítimo, pesca y hasta las poblaciones costeras. Pero tales empresas son muy caras, y aquí intervino decisivamente el gran marino vasco.

Siguiendo órdenes del gobierno, Blas de Lezo se dirigió con su escuadra de seis navíos a la entonces república independiente de Génova, con la que había tensiones diplomáticas, por lo que su banca retenía nada menos que dos millones de pesos fuertes, pertenecientes a la Real Hacienda. Lezo fue tajante, y tras fondear frente al puerto italiano, exigió se rindieran honores al estandarte real como desagravio y que se devolvieran los fondos incautados, mostrando su reloj a los enviados genoveses y señalando un plazo, transcurrido el cual, su escuadra rompería el fuego sobre la ciudad. Por supuesto, ambas peticiones fueron satisfechas inmediatamente. Tras enviar medio millón al infante D. Carlos (futuro Carlos III de España) el resto se remitió a Alicante, donde se preparaba la expedición contra Orán.

La flota reunía 12 navíos de línea, 2 fragatas, 7 galeras, 2 bombardas, 30 buques menores y cerca de medio millar de mercantes, grandes y pequeños, transportando al ejército de desembarco, al mando del conde de Montemar. El de la escuadra era el teniente general Cornejo, figurando como segundo jefe, con insignia en el navío “Santiago” el entonces jefe de escuadra Lezo.

El desembarco y asalto tuvieron un éxito completo y rápido, cayendo Mazalquivir y Orán en manos españolas, ante el pánico de los defensores, entre el 29 de junio y el 1 de julio de 1732. Lezo recibió entonces la orden de escoltar, con su división, un convoy de regreso de 120 velas a Cádiz. Pero el enemigo no tardó en recuperarse, sitió la plaza para recuperarla, e incluso mató en un combate al marqués de Santa Cruz de Marcenado, su gobernador, por cierto, una de las grandes figuras del pensamiento militar español de todos los tiempos.

Así que Lezo, apenas repuesto de la campaña, tuvo que salir precipitadamente de Cádiz con los dos navíos disponibles, el “Princesa” y el “Real Familia”, arbolando su insignia en el primero. A ellos se unirían posteriormente otros buques, según fueron estando listos, porque la tarea era enorme: llevar refuerzos y provisiones de todas clases a la amenazada plaza, e interceptar cualquier posible refuerzo para el enemigo, pues siendo Argel una dependencia del todavia inmenso y poderoso Imperio Otomano, pidió urgente ayuda a Estambul.

El Mediterráneo puede ser muy peligroso en los meses invernales, pero así y todo, Lezo siguió su campaña, desafiando los temporales, el agotamiento de las dotaciones, las epidemias y la falta o el deterioro de las provisiones. Y ya era cojo, manco y tuerto…

El 7 de febrero de 1733 divisaron a larga distancia un navío enemigo, capitana de su escuadra, que con 300 soldados turcos, armas y municiones, se dirigía a Mostaganem, otro puerto cercano a Argel, con la evidente intención de reforzar las fuerzas que asediaban Orán. Al amanecer del día siguiente, se descubrió al enemigo fondeado en una cala, al amparo de baterías en la costa y con gran número de tropas. De las 9 y media a las 11 de la mañana se le bombardeó intensamente, recibiendo el fuego contrario, pero dudando Lezo que el enemigo quedara inutilizado, ordenó a sus botes y lanchas (el escaso calado no permitía acercarse mas a sus navíos) tomarlo al abordaje.

El arriesgado ataque, pues al navío argelino, aparte del fuego de tierra, le apoyaba una galeota (galera mediana) que disparaba oculta tras los escollos, tuvo completo éxito, quedando el buque, que ya estaba sin aparejos, inundado hasta el segundo entrepuente y volcado sobre un costado, completamente destrozado y quemado, llevándose los españoles sus banderas como trofeo. La hazaña, que escritores anglosajones suelen considerar exclusiva de sus marinos, costó a los españoles 7 muertos y 33 heridos.

Los resultados fueron aún mejores, pues creyendo los argelinos que los españoles intentaban un nuevo desembarco en la zona, evacuaron la ciudad de un lado y enviaron refuerzos de otro, aliviando así a los cercados en Orán, quedando siempre en continua alarma por la amenaza de desembarco de la fuerza de Lezo sobre cualquier punto de sus costas.

Consciente de lo importante de su misión, Lezo siguió de patrulla otros cincuenta días más, llevando cuatro batallones de refuerzo desde Barcelona y navegando hasta Sicilia. Finalmente, con las dotaciones agotadas y enfermas por las provisiones dañadas, y gravemente enfermo él mismo, ordenó volver a Málaga, tras una casi ininterrumpida campaña (excepto breves escalas para repostar o embarcar refuerzos y suministros) de cerca de diez meses.

Como el mérito, el talento y el sacrificio alguna vez obtienen recompensa en España, el 6 de junio de 1734, Lezo fue ascendido a Teniente General de la Armada, graduación que tenía cuando el épico ataque a Cartagena de Indias de siete años después y última que alcanzó en vida.

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