Sólo he visto dos veces ‘Pozos de ambición’, pero creo que es suficiente para no considerarme un gran admirador de esa pelÃcula. Reconozco sus cualidades, casi todas enfocadas al modo personal que tiene Paul Thomas Anderson de narrar una historia digamos sabida. Personalidad y fuerza. La historia ofrece un reflejo cóncavo de las ansias de poder, algo que la vida nos ha ido ya mostrando a todos con mayor o menor sordidez; también proporciona unas cuantas ideas acerca de cómo no ha de relacionarse uno con los demás, especialmente con aquellos a los que te une algún vÃnculo familiar o personal. Los ambiciosos no nos son extraños a ninguno, vivimos entre ellos: hay ambiciosos tontos y ambiciosos listos, los hay malos y los hay buenos, los hay por lo civil y por lo militar… El que encarna Daniel Day Lewis es una especie única: sin atractivo, sin interés, sin principios ni fines, sin nadie lo suficientemente cercano ni fÃsica ni emocionalmente como para que veamos allà algo de carne… Tal y como aparece (solo en el desierto), desaparece, y en ese trayecto lo único que nos deja es mal cuerpo.
Personalmente no he visto en semejante tipo nada que me haga cambiar. Prefiero mis propios ambiciosos. Mis propios canallas. Tampoco tienen atractivo, pero, a diferencia de Daniel Day Lewis, nunca sé de qué pie cojean.