Me es tan propia la actitud de dejar lo importante para luego, que me sorprendo a mí mismo al hacer lo que estoy haciendo: acabo de ver el documental “Gil Parrondo, desde mi ventana” y, sin tiempo para recolocar la simpatía y la admiración que siento por ese gran personaje, me pongo a escribir esto y me rebelo contra mi habitual “luego”. Qué importante es Gil Parrondo y qué placer ver reflejada su importancia en ese magnífico trabajo que han hecho Miguel Ángel Trujillo, Margarita Trujillo y Ricardo Sánchez Montero, entre muchos otros colaboradores. Desde esa ventana que nos colocan delante, vemos la gran importancia profesional de ese hombre milagroso, pero también, y tanto, su enorme atractivo personal. Arranca la película con la celebración de su noventa cumpleaños, hace ya casi tres años de eso. Y nos ofrece un elegante paseo por su impresionante filmografía junto a los más grandes, de aquí y de allá. La mirada de Gil Parrondo, siempre cálida, y su voz de persona que te gusta que te hable, repasan los detalles, anécdotas, geografía e historia de algunas de las más grandes películas que hemos visto, y a las que él le ha puesto talento y alma. Una ventana que consigue enmarcar al personaje también mediante la presencia de quienes trabajaron con él, y ver a Richard Lester hablar de Gil Parrondo con esa pasión es comparable a la emoción que produjeron algunas de las películas que hicieron juntos, como “Robin y Marian”. Jaime Chávarri, José Luis Garci, Félix Murcia, Ivonne Blake, Cayetana Guillén, Julián Mateos…, y las imágenes de archivo que se cuelan en la narración de un cine de ensueño y de unos cineastas de santuario, como Cukor, Welles, David Lean, Hathaway o Edgar Neville. Y las imágenes con aroma de Nodo, cuando en diversos lugares de España se levantaban los decorados más grandes jamás vistos… Gil Parrondo es la memoria, la huella, de algo que nunca ya se va a hacer igual, ni mejor.
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