El Festival ha acogido con entusiasmo las sutilezas de la película de Fernando Trueba, y ha sabido situarse convenientemente en ese terreno liviano entre la mirada de un escultor y el cuerpo de su modelo. Jean Rochefort y Aída Folch expresan cada uno con lo suyo toda esa delicadeza con la que la película de Trueba habla de la gloria y misterio del hecho artístico. Y hay un momento cumbre sobre un dibujito de Rembrandt. Cumbre. Me imagino que se ha colocado junto a la “Blancanieves” blanquinegra y la de Ozon “Dans la maison” en el lugar de las favoritas.Da la impresión de que Fernando Trueba y Pablo Berger están destinados este año a peleárselo todo.
De ahí, el lugar de los favoritos, ya se ha caído la de Laurent Cantet, “Foxfire”, muy lejos de ese timbre real y sorprendente de su cine anterior. Y tengo la impresión de que la de Javier Rebollo, “El muerto y ser feliz”, pues también se ha descolgado un poco, aunque conviene apuntar que el trabajo de José Sacristán en su papel de moribundo puede tener mucho más recorrido que la película. Aquí no me enrollo más porque el rollo lo suelto en el papel.
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