Ha muerto Sylvia Kristel y creo que he de hacerle un hueco aquí por varios motivos. El primero y fundamental por admiración personal, visual, sentimental…, en fin, sería difícil precisarlo. Segundo, porque era una actriz sin “posibles”, es decir, no de esas que, ¡joder!, nacen ya con escena y frase. Sylvia Kristel no tenía ese don, pero, ¡Dios Santo!, con que elegancia intentó sobreponerse a la cámara infumable de Just Jaeckin. Y tercero, porque era del Barça, detalle que me ha dicho mi amigo Enrique Herreros que la conoció y la trató en sus mejores años y aún en algunos posteriores y no tan buenos. Y si alguien quiere poner en aprecio ese refrán absurdo y naftalinoso de “la suerte de la fea, la guapa la desea”, pues no tiene más que leerse su impresionante biografía que lleva el sospechosamente trágico título de “Desnuda”.
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