Templos taoístas de la Dinastía Ming y palacios barrocos del siglo XVIII, abigarradas tiendas orientales de té junto a románticas cafeterías con un claro sabor lisboeta, vistosos letreros en mandarín conviviendo con su traducción al portugués, edificios al más puro estilo colonial frente a las típicas casas chinas con jardín. Todo eso, y mucho más, es Macao, la antigua colonia lusa que fue devuelta al Gobierno de Pekín en 1999 y que, seis años más tarde, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Debido a la extraordinaria y singular mezcla cultural que presenta su casco histórico, con 12 enclaves de destacado interés, esta ciudad de 450.000 habitantes ha engrosado la lista de tesoros protegidos por la ONU en China, que es el tercer del país con más declaraciones patrimoniales tras Italia y España. Para conservar intacta esta reliquia del pasado, la Región Administrativa Especial de Macao ha puesto en marcha más de un centenar de proyectos de conservación en los que el régimen comunista ha invertido 150 millones de patacas (15,3 millones de euros).
No en vano, Macao representa un caso único de unión entre Oriente y Occidente desde que, a mediados del siglo XVI, los marinos portugueses se asentaron en la ciudad china de A Ma Gao, bautizada así en honor de la diosa de los navegantes y ubicada en el Delta del Río de la Perla. Debido a esta posición privilegiada, la localidad había sido un tradicional punto comercial, pero la metrópoli Lisboa la convirtió en uno de los puertos más importantes y prósperos de toda Asia.
Junto al florecimiento de los negocios, proliferaron los inmuebles de clara influencia europea en el centro de Macao, donde el imperio portugués dejó una notable impronta que se ha mantenido indeleble con el paso de los siglos. Así se aprecia, en un recorrido por el casco histórico, desde el primer momento en que el viajero pisa la plaza del Senado, auténtico eje neurálgico de la población.
Pavimentada con un mosaico en forma de olas diseñado por expertos venidos desde Portugal, a un lado de la plaza se levanta la Oficina de Asuntos Municipales y Cívicos, mientras que el otro está ocupado por la Casa de la Misericordia, que es la beneficencia más antigua de China porque fue fundada en el siglo XVI. Al final de la misma aparece la iglesia de Santo Domingo, un bello ejemplo de arquitectura barroca que data del siglo XVII y donde destacan su imponente altar y su artesonado de madera.
En este sentido, las edificaciones religiosas constituyen uno de los principales alicientes turísticos de Macao, posiblemente la ciudad de China con mayor número de templos católicos. Sin ir más lejos, aquí resisten todavía las ruinas de la iglesia de San Pablo, que fue la primera parroquia abierta por los jesuitas en el gigante asiático. Ocurrió a principios del siglo XVII, pero un incendió destruyó en 1835 todo el recinto a excepción de su fachada, que ilustra la trayectoria del cristianismo en Asia e incluye citas y pasajes de la Biblia tanto en mandarín como en japonés.
En la actualidad, este espectacular pórtico, que también cuenta con un museo de arte sacro en la cripta, es un símbolo de la ciudad casi tan reconocible como el Fuerte del Monte, situado a escasos metros y de la misma época. Diseñado también por la orden jesuita, este castillo situado en alto, que acabó siendo la residencia del gobernador de la colonia, resultaba indispensable para defenderse de los ataques de las armadas holandesa y británica, que luchaban contra Portugal por el domino de los mares del sur de China.
Con unas vistas impresionantes de la península abrazada por el agua y de las contiguas islas de Taipa y Coloane, entre las que sobresale el perfil de la ultramoderna Torre de Macao la décima más alta del mundo con 338 metros -, el Fuerte también alberga un museo que propone un recorrido por la historia de la ex colonia.
Pero no es éste el punto más elevado de la ciudad, que se localiza en el faro de la Fortaleza de Guía. Construido en 1865, dicho faro fue el primero de China de estilo occidental y aún hoy sigue prestando servicio desde una atalaya a la que se puede subir andando o bien a través de un teleférico.
Otro de los lugares más característicos de Macao es la iglesia de Penha, donde cada año finaliza la procesión que recorre las calles de la ciudad el 13 de mayo en honor de la virgen de Fátima. Dicho templo reemplaza a otro anterior en el que los marineros rendían tributo a la virgen del mar después de sus travesías.
Junto a este enorme legado dejado por el cristianismo, los visitantes de la antigua posesión lusa también se pueden deleitar con algunos templos típicamente orientales, como el de A-Ma.
En este recinto, formado por cuatro pabellones dedicados al rezo, se venera a la diosa taoísta A-Ma, también llamada Tin Hau, y a la deidad budista de la misericordia, Kum Iam. Precisamente, una estatua de tal diosa preside la moderna avenida del Doctor Sun Yat Sen, el padre de la primera República de China. Esta artería vial, una de las zonas más animadas de la localidad, se ha convertido en un cosmopolita paseo marítimo plagado de restaurantes y bares que simbolizan el despegue del coloso oriental.
Además de por sus iglesias y templos, la ciudad de Macao es conocida por su cementerio protestante, donde están enterrados algunos de sus más ilustres vecinos como George Chinnery, cuyas bellas pinturas de la costa china se pueden apreciar en el Museo de Arte del Centro Cultural.
Muy cerca del camposanto, el frondoso jardín de Camoes recuerda que el poeta épico portugués más famoso de todos los tiempos recaló en Macao en 1557, por lo que un busto del escritor preside una cueva donde se han inscrito algunos de sus versos.
La peculiar mezcla de culturas que ofrece Macao no sólo afecta a su arquitectura, sino también a otro de sus principales reclamos: su gastronomía. Además de disponer de una amplia variedad de cafeterías y pastelerías, donde se sirven especialidades lusas como el pastel de nata o la tarta de huevo, los restaurantes de la colonia cocinan el delicioso bacalao portugués de las más variadas maneras (con nata, con huevo y cebolla, a la parrilla). Cualquiera que sea la forma escogida, lo que no faltará para regar tan delicioso plato será una buena botella de vino verde criado en la ribera del Miño, al norte de Portugal.
Por su parte, la cocina china está representada por exóticas delicias propias de la vecina provincia de Guangdong (Cantón), como la sopa de aleta de tiburón, el marisco de la región, los noodles de la cercana Hong Kong y, sobre todo, la especialidad del sur del coloso oriental: el dim sum. Bajo este nombre se engloban unos pequeños platos, una especie de tapas acompañadas con té, que van desde los dumplings rellenos de verdura, carne o marisco hasta los rollitos de primavera.
En definitiva, un suculento menú con el que deleitarse tras un apasionante recorrido por Macao, una Lisboa de ojos rasgados cuya peculiar belleza ya es patrimonio de toda la Humanidad.
Más información sobre los casinos de Macao en el artículo Macao: Las Vegas de ojos rasgados.