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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Los “hombres-araña” de Pekín

Pablo M. Díezel

Debido a su espectacular crecimiento económico, en las ciudades chinas han proliferado auténticas junglas de rascacielos. Todo un símbolo del poderío monetario al más puro estilo americano del que los chinos, al igual que otros países asiáticos, se han contagiado. Por eso, en el gigante oriental hay ya unas 160 ciudades con más de un millón de habitantes y destacan numerosas megalópolis que son totalmente desconocidas en Occidente, pero mayores y más pobladas que cualquier capital europea. En China, la tasa de urbanización ha pasado del 28 por ciento registrado en 1993 al 41,7 por ciento de 2004, por lo que 200 millones de campesinos han emigrado del paupérrimo mundo rural en busca de trabajo en las prósperas ciudades de la industrializada costa. Por sueldos de 50 euros mensuales y jornadas interminables de 12 horas diarias, allí abastecerán de mano de obra barata a las empresas que componen la “fábrica global”. En el que será el mayor éxodo de población del mundo, otros 290 millones de campesinos se convertirán en emigrantes rurales durante los próximos veinte años. Pero la transformación de las ciudades chinas no sólo ofrece oportunidades laborales en las factorías, puesto que han aparecido un sinfín de ocupaciones igual de precarias y, en ocasiones, peligrosas. Una de ellas es la de limpiaventanas, ya que tanto en Pekín y otras grandes urbes, como Shangai, Chongqing y Guangzhou, ha surgido una nutrida legión de “hombres-araña” que trepan por las paredes de los rascacielos lavando los cristales. Un trabajo de altura, pero también de riesgo.

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