Los arqueólogos del futuro no llevarán sombrero ni látigo a lo Indiana Jones ni se pasarán el día excavando bajo el sol en un yacimiento mientras toman notas en sesudos libros de Historia. En pleno siglo XXI, la robótica ha irrumpido de lleno en una ciencia tan antigua como la arqueología y artefactos mecánicos empiezan a ser utilizados en complejas labores de exploración.
En China, la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong y el Instituto de Tecnología de Harbin, en colaboración con la Administración Estatal para el Patrimonio Cultural y el Museo Nacional, han fabricado el primer robot capaz de penetrar en selladas tumbas arqueológicas para explorarlas sin que éstas resulten dañadas por la mano del hombre o al entrar en contacto con el aire.
Tras su primera prueba en julio del año pasado, cuando descubrió un fresco oculto pintado hace 1.300 años en un estrecho hueco dentro de una tumba de Xi´an, el ingenio mecánico será utilizado esta semana en otro recinto mortuorio de dicha ciudad, famosa por su yacimiento de los guerreros de terracota.
Precisamente, la exploración de este valioso tesoro artístico, que es Patrimonio de la Humanidad, se erige como una de las principales misiones del robot arqueólogo. Tras su descubrimiento casual en 1974, los historiadores del gigante asiático están esperando a disponer de una tecnología lo suficientemente avanzada que permita conocer los secretos de la descomunal tumba de Qin Shi Huang, el primer emperador que unificó China en el año 221 antes de Cristo. Hasta la fecha, tan sólo se ha abierto una parte del mausoleo, ya que sus 7.000 soldados de arcilla se están deteriorando y perdiendo sus colores por la erosión del aire.
Para evitar estos efectos, el robot arqueólogo, que tiene forma cilíndrica y mide sólo 27 centímetros de largo por nueve de diámetro, podrá entrar en las oscuras tumbas por pequeñas cavidades y ser los ojos de los investigadores. Dotado con una cámara digital de última generación e infrarrojos para tomar imágenes en la oscuridad, el artefacto también dispone de sensores para medir la temperatura, la humedad y los gases en el ambiente, lo que resulta crucial a la hora de decidir la apertura de una tumba que ha permanecido cerrada durante siglos.
Tan sólo tenemos que ajustar el robot al tamaño de la tumba y sus condiciones para que pueda trabajar allí, explicó a la agencia estatal de noticias Xinhua Zhu Xiaorui, responsable de los sistemas inteligentes de control del Instituto Tecnológico de Harbin. Una vez que la máquina haya transmitido toda la información que encuentre dentro del recinto, podemos procesarla para elaborar un detallado plan de excavación hecho a medida, matizó Tie Fude, uno de los investigadores del Museo Nacional.
Aunque los robots han sido ampliamente usados en las exploraciones marinas, es la primera vez en China que se emplean en labores arqueológicas. Tras la compleja adaptación de la robótica a la arqueología, los responsables del proyecto se consideran más que satisfechos por los resultados obtenidos y confían en que cumpla sus objetivos en la vasta búsqueda de restos arqueológicos que se realiza en un país con un pasado tan rico como es el dragón rojo.
El proyecto, que se ha desarrollado durante los dos últimos años, cubre toda la gama dentro de la excavación de tumbas, desde la conservación de los restos culturales hasta su control inteligente, se congratuló Tie Fude.
Tras Italia y España, China es el tercer país con más vestigios histórico-artísticos que han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, por lo que se ha lanzado a la conservación de sus tesoros nacionales gracias a su extraordinario crecimiento después de décadas de expolios y destrozos.