Pekín es la capital de China, pero Shangai es sin duda su corazón económico. Con 20 millones de habitantes y más de 4.000 rascacielos, la “Perla de Asia”, la “Puta de Oriente” es el escaparate de la “nueva China” que el todavía denominado régimen comunista quiere construir tras la instauración de la política de reforma y apertura acometida poco después de morir Mao Zedong. Con gran tradición como centro comercial internacional desde los tiempos de las potencias coloniales, a finales del siglo XIX y principios del XX, Shangai es la ciudad más cosmopolita y abierta del gigante asiático. Pero es también la más dura y menos “humana” de todas las urbes que conforman este superpoblado país, donde la vida ya es tan difícil por sí misma que sus laboriosos y sacrificados habitantes la suelen entregar por un cuenco de arroz o un mísero sueldo de 50 euros mensuales por jornadas laborales de 13 horas. Sus manos son las que se están protagonizando el “milagro económico chino”, del que, paradójicamente, apenas se ven beneficiados. Sin embargo, su única esperanza se basa en construir un país mejor del que ellos tuvieron para sus hijos o para las hijos de sus hijos, o incluso para los hijos que tengan sus nietos. En definitiva, es sólo cuestión de tiempo… y ya se sabe que los chinos tienen mucha paciencia.
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